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Psoriasis: enfermedad crónica y autoinmune que va más allá de lo estético

jueves, 25 de septiembre de 2025

La piel es nuestro órgano más visible y, en cierto modo, nuestra carta de presentación. Cuando se inflama, se descama o se enrojece, no solo afecta a la salud física, también a la confianza y a la manera en que nos relacionamos con los demás. Eso ocurre con la psoriasis, una enfermedad crónica, de origen autoinmune, que va mucho más allá de un problema estético.

Muchas personas conviven con la psoriasis sin saber al principio qué les ocurre. Placas rojas que pican, escamas blanquecinas en codos, rodillas o cuero cabelludo, uñas que cambian de aspecto o incluso dolor articular. Reconocerla a tiempo y entender qué factores la desencadenan permite encontrar un tratamiento adecuado y mejorar la calidad de vida.

Qué es la psoriasis y por qué aparece

La psoriasis es una enfermedad inflamatoria crónica que se manifiesta en la piel, pero cuyo origen está en el sistema inmunitario. Por motivos que aún no se comprenden del todo, las defensas del organismo se activan de forma anómala y aceleran el ciclo de renovación celular. Lo que normalmente tarda casi un mes en completarse, en una persona con psoriasis ocurre en apenas unos días. Como resultado, las células se acumulan en la superficie, formando placas rojas y engrosadas, cubiertas de escamas plateadas que suelen picar o producir molestias.

Aunque pueda parecer un problema superficial, la psoriasis es mucho más que una alteración estética. Se trata de una condición crónica que evoluciona en brotes, con periodos de mejoría y fases en las que las lesiones se intensifican. Y aunque no es contagiosa, todavía persisten prejuicios sociales que afectan a la autoestima y a la calidad de vida de quienes la padecen.

Por qué aparece la psoriasis

El origen de la psoriasis es multifactorial. Existe una predisposición genética: tener familiares con psoriasis aumenta el riesgo de desarrollarla, aunque no garantiza que vaya a aparecer. Para que la enfermedad se exprese suelen intervenir también factores ambientales y desencadenantes concretos.

El estrés es uno de los más conocidos. Muchas personas refieren que los brotes se intensifican en épocas de tensión emocional o ansiedad mantenida. También se ha visto que ciertas infecciones, especialmente las respiratorias o cutáneas, pueden precipitar la aparición de lesiones en personas predispuestas.

Los cambios hormonales, como los que ocurren en la pubertad, el embarazo o la menopausia, también influyen en la evolución de la psoriasis. A esto se suman hábitos como el consumo de alcohol o tabaco, que empeoran los síntomas y aumentan la frecuencia de los brotes. Incluso algunos medicamentos, entre ellos los betabloqueantes usados en cardiología o el litio en psiquiatría, pueden actuar como desencadenantes.

Tipos de psoriasis más frecuentes

Aunque solemos hablar de psoriasis como una única enfermedad, la realidad es que puede adoptar distintas formas según el área de la piel afectada, la edad de inicio o la intensidad de la inflamación. Estas variantes no solo cambian la apariencia de las lesiones, sino también la manera de tratarlas y el impacto que tienen en la vida diaria.

Psoriasis en placas

Es la forma más común, presente en alrededor del 80 % de los casos. Se caracteriza por la aparición de placas rojas cubiertas de escamas blanquecinas o plateadas, que suelen localizarse en codos, rodillas, cuero cabelludo y parte baja de la espalda. Estas lesiones pueden picar, doler y, en los brotes más intensos, agrietarse y sangrar. Aunque es crónica, la intensidad varía: hay personas con placas limitadas y otras con grandes superficies corporales afectadas.

Psoriasis guttata

Aparece de manera repentina, sobre todo en niños y adolescentes, tras una infección de garganta u otra infección respiratoria. Se manifiesta como pequeñas manchas rojas, con forma de gotas, que se distribuyen en el tronco y las extremidades. A diferencia de la psoriasis en placas, suele evolucionar mejor, pero también puede cronificarse si no se trata adecuadamente.

Psoriasis inversa

En este caso, las lesiones aparecen en los pliegues de la piel: axilas, ingles, debajo del pecho o alrededor de los genitales. La piel afectada es más brillante, lisa y húmeda, lo que hace que muchas veces se confunda con hongos o con irritaciones por el sudor. Es una forma especialmente molesta, porque las zonas de roce se inflaman con facilidad y generan dolor o escozor en actividades cotidianas.

Psoriasis pustulosa y eritrodérmica

Son las formas menos frecuentes, pero también las más graves. La psoriasis pustulosa se caracteriza por la aparición de ampollas llenas de pus estéril sobre la piel inflamada, que pueden limitar de forma considerable la vida diaria y requieren atención médica urgente. La psoriasis eritrodérmica, por su parte, afecta a casi toda la superficie corporal, con enrojecimiento intenso, descamación generalizada y riesgo de complicaciones sistémicas como fiebre, alteraciones electrolíticas o incluso ingreso hospitalario.

Síntomas que conviene vigilar

La psoriasis puede presentarse de muchas formas y no siempre se limita a la piel. Aunque el signo más característico son las placas enrojecidas y descamadas, la enfermedad también puede afectar a las uñas y, en algunos casos, a las articulaciones. Esto hace que los síntomas sean variados y, en ocasiones, confusos, lo que retrasa el diagnóstico. Reconocerlos desde el principio ayuda a recibir tratamiento antes y evitar complicaciones como la artritis psoriásica.

Entre los síntomas más habituales de la psoriasis destacan:

  • Placas enrojecidas cubiertas de escamas plateadas: suelen aparecer en zonas como codos, rodillas, cuero cabelludo y zona lumbar. Pueden picar, doler e incluso agrietarse, causando sangrado y mayor incomodidad.
  • Picor o sensación de ardor en la piel: no siempre está presente, pero cuando aparece es una de las molestias que más impacta en la calidad de vida, sobre todo porque empeora durante los brotes.
  • Cambios en las uñas: la psoriasis ungueal provoca engrosamiento, pequeñas hendiduras (llamadas “pitting”), decoloración o incluso separación de la uña del lecho ungueal. Estos cambios no solo son estéticos, también pueden ser dolorosos.
  • Dolor, rigidez o hinchazón en las articulaciones: hasta un 30 % de las personas con psoriasis desarrollan artritis psoriásica. Los síntomas articulares pueden empezar de forma sutil, con rigidez matutina o inflamación en dedos de manos y pies, pero si no se trata a tiempo puede provocar daño articular permanente.
  • Descamación en el cuero cabelludo: muy frecuente, a menudo se confunde con una caspa intensa. Puede extenderse más allá de la línea del cabello y afectar también a la frente, las orejas o la nuca.

Los síntomas no siempre son iguales en todas las personas. Hay quienes tienen placas limitadas y estables durante años, mientras que otros sufren brotes intensos que aparecen y desaparecen de forma impredecible. Además, el impacto va más allá de lo físico: el picor constante, la incomodidad y la visibilidad de las lesiones influyen en la autoestima y en la vida social, por lo que la psoriasis debe abordarse siempre de manera integral.

Cómo se diagnostica

El diagnóstico de la psoriasis comienza en la consulta del dermatólogo. En la mayoría de los casos basta con observar la piel, porque las lesiones son características: placas enrojecidas, descamación blanquecina y una distribución típica en codos, rodillas o cuero cabelludo. La exploración clínica es rápida y no requiere pruebas invasivas, lo que facilita identificar la enfermedad en fases tempranas.

Sin embargo, no siempre resulta tan evidente. Cuando las lesiones aparecen en pliegues, en la cara o en zonas poco habituales, pueden confundirse con eccemas, infecciones por hongos u otras enfermedades cutáneas. En esos casos se recurre a la biopsia de piel, que consiste en tomar una pequeña muestra para analizarla al microscopio. Este procedimiento, sencillo y con anestesia local, confirma si se trata de psoriasis o de otra patología.

El diagnóstico no se limita a la piel. En personas que presentan dolor o rigidez en las articulaciones, el médico debe valorar la posibilidad de artritis psoriásica. Para ello se utilizan análisis de sangre, que permiten descartar otros tipos de artritis inflamatoria, y pruebas de imagen como radiografías o resonancias, útiles para detectar inflamación y daño articular en fases iniciales.

Tratamientos actuales para la psoriasis

Hoy en día no existe una cura definitiva para la psoriasis, pero sí contamos con opciones eficaces que permiten mantener la enfermedad bajo control. El objetivo de los tratamientos es reducir la inflamación, frenar la descamación, aliviar el picor y, en muchos casos, prolongar los periodos libres de brotes. La elección depende de varios factores: la extensión de las lesiones, la intensidad de los síntomas, la zona del cuerpo afectada y el impacto que tiene en la vida diaria.

Tratamientos tópicos

Cuando la psoriasis se presenta en formas leves, el tratamiento se dirige directamente a la piel con cremas, ungüentos o lociones. Estos preparados reducen la inflamación, calman el enrojecimiento y suavizan la descamación, lo que mejora tanto el aspecto como la comodidad. En algunos casos se emplean en combinación, ya que hidratar la piel de forma constante es clave para mantenerla flexible y evitar el empeoramiento de las lesiones.

Fototerapia

En los casos moderados, una opción muy utilizada es la fototerapia, que consiste en exponer la piel a luz ultravioleta en condiciones médicas controladas. A diferencia de la exposición solar directa, la fototerapia permite ajustar la dosis de radiación para frenar la proliferación exagerada de células cutáneas sin dañar la piel. Las sesiones suelen realizarse varias veces por semana y ofrecen buenos resultados en personas que no han respondido adecuadamente a los tratamientos tópicos.

Tratamientos sistémicos y biológicos

Cuando la psoriasis es más extensa, afecta a zonas sensibles como la cara o las manos, o está acompañada de artritis psoriásica, se utilizan tratamientos de acción general. Estos pueden administrarse por vía oral o mediante inyecciones y actúan modulando la respuesta del sistema inmunitario.

En los últimos años, la llegada de las llamadas terapias biológicas ha supuesto un gran avance. Se trata de fármacos muy específicos que actúan sobre moléculas concretas implicadas en la inflamación, logrando un control más duradero de la enfermedad. Aunque requieren un seguimiento estrecho, han cambiado de forma radical la evolución de muchos pacientes que antes sufrían brotes continuos y limitaciones importantes.

Psoriasis y calidad de vida

La psoriasis no es solo una enfermedad de la piel. El impacto que tiene en la vida de quien la padece va mucho más allá de las lesiones visibles. El picor constante, la descamación o el dolor son molestias físicas que pueden llegar a interferir en el sueño, en la concentración o en la forma de vestirse. Sin embargo, lo que más pesa en el día a día suele ser el efecto psicológico y social.

Vivir con lesiones visibles en brazos, piernas o cuero cabelludo, y sentir la mirada de los demás, puede generar vergüenza y llevar a evitar situaciones sociales. Muchas personas con psoriasis reconocen que el desconocimiento sobre la enfermedad les afecta tanto como los síntomas físicos. Escuchar comentarios, preguntas incómodas o incluso el miedo al contagio (cuando en realidad no es una enfermedad transmisible) agrava la carga emocional.

En los brotes más intensos, la psoriasis también condiciona la vida laboral y familiar. El cansancio, el malestar o la necesidad de acudir a revisiones frecuentes pueden limitar la productividad y generar frustración. Todo esto explica por qué es fundamental abordar la psoriasis desde una perspectiva integral, que no se quede en la piel, sino que tenga en cuenta el bienestar emocional y la calidad de vida en su conjunto.

Estrategias de autocuidado

Aunque cada persona vive la psoriasis de forma distinta, hay medidas que ayudan a mejorar los síntomas y a ganar control sobre la enfermedad:

  • Mantener la piel hidratada de forma diaria para reducir el picor, la tirantez y la descamación.
  • Evitar desencadenantes conocidos, como el tabaco, el alcohol o el estrés prolongado.
  • Buscar apoyo psicológico o grupos de pacientes cuando la enfermedad impacta en la autoestima o genera aislamiento.
  • Practicar técnicas de control del estrés, desde el yoga o la meditación hasta el ejercicio físico adaptado, que también contribuye a mejorar el estado de ánimo.

La psoriasis es una enfermedad crónica, pero aprender a convivir con ella implica mucho más que seguir un tratamiento. Requiere cuidar la piel, la mente y las relaciones sociales. Con un buen acompañamiento médico y estrategias de autocuidado, es posible mantener una vida plena a pesar de los brotes.

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Preguntas frecuentes sobre psoriasis

Hablar de psoriasis suele despertar muchas dudas. Más allá de los síntomas visibles, las personas quieren saber si es contagiosa, cómo se controla en el día a día o qué opciones de tratamiento existen. Resolver estas preguntas de forma clara ayuda a reducir la incertidumbre y a combatir mitos que aún rodean a la enfermedad.

¿La psoriasis es contagiosa?

No. La psoriasis es una enfermedad inflamatoria autoinmune, no una infección. No se transmite por contacto físico ni por compartir objetos, aunque todavía persista la idea errónea de que puede “pegarse”. Comprender esto es esencial para reducir el estigma social y la discriminación que sufren muchos pacientes.

¿Cuáles son los primeros síntomas de la psoriasis?

Los signos iniciales suelen ser pequeñas placas rojas en la piel, con descamación plateada y picor leve. Lo más habitual es que aparezcan en codos, rodillas o cuero cabelludo. En algunos casos también afectan a las uñas, que se vuelven frágiles, engrosadas o con pequeños hoyuelos. Estos síntomas no deben confundirse con eccema o caspa, por lo que conviene acudir al dermatólogo ante cualquier duda.

¿Qué tratamientos son eficaces contra la psoriasis?

La elección depende de la extensión y la gravedad de las lesiones. En formas leves se utilizan tratamientos aplicados directamente sobre la piel, mientras que en formas moderadas puede recomendarse fototerapia. En los casos más graves o cuando hay afectación articular, se recurre a terapias de acción general que regulan la respuesta del sistema inmunitario. Todos ellos buscan controlar los brotes y prolongar los periodos de remisión.

¿La psoriasis puede afectar a las articulaciones?

Sí. Hasta un tercio de las personas con psoriasis desarrollan artritis psoriásica, que se manifiesta con dolor, rigidez e inflamación en manos, pies o columna. Detectarla a tiempo es clave para evitar daños irreversibles en las articulaciones, por lo que cualquier dolor persistente debe comentarse al médico.

¿La alimentación influye en la psoriasis?

No existe una dieta específica que cure la psoriasis, pero sí se ha visto que algunos hábitos mejoran su control. Una dieta equilibrada, rica en frutas, verduras, pescado azul y baja en alcohol y grasas saturadas, contribuye a reducir la inflamación general del organismo y a disminuir la intensidad de los brotes. Mantener un peso adecuado también ayuda a controlar mejor la enfermedad.

¿La psoriasis desaparece con el tiempo?

No. Se trata de una enfermedad crónica, con brotes que alternan con periodos de mejoría. Sin embargo, con tratamiento adecuado, autocuidado y seguimiento médico, los síntomas pueden controlarse durante largos periodos y permitir una vida activa y plena.