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Otomicosis: qué son los hongos en los oídos y cómo se tratan

miércoles, 16 de julio de 2025

Tener molestias en los oídos no siempre significa tener una otitis bacteriana. En algunos casos, el origen del problema es distinto, aunque los síntomas puedan parecerse. ¿Te pica el oído? ¿Sientes que está húmedo por dentro o incluso notas un olor raro? Puede que estés ante una infección por hongos, lo que en medicina se conoce como otomicosis. Aunque no es una afección grave, sí es muy molesta y tiende a repetirse si no se trata bien.

La otomicosis es una infección del conducto auditivo externo causada por hongos. Suele aparecer con más frecuencia en verano, especialmente en personas que practican deportes acuáticos o pasan mucho tiempo en ambientes cálidos y húmedos. También es más común en quienes tienen un sistema inmune debilitado o han estado usando antibióticos o gotas óticas durante un tiempo prolongado.

El diagnóstico y tratamiento precoz son fundamentales para evitar complicaciones, sobre todo porque, a diferencia de otras infecciones del oído, los antibióticos no son eficaces en este caso. Vamos a ver en qué consiste exactamente, qué síntomas da, cómo se diagnostica y cuál es la mejor forma de tratarla y prevenirla.

¿Qué es la otomicosis?

La otomicosis es una infección del oído externo provocada por hongos. A diferencia de las otitis comunes de origen bacteriano, en este caso los responsables son microorganismos fúngicos que encuentran en el conducto auditivo un entorno perfecto para crecer: cálido, húmedo y oscuro.

Suele afectar a la parte más superficial del oído, desde el pabellón auricular hasta el tímpano, y no suele comprometer las estructuras más internas del oído a menos que haya lesiones previas o se complique la evolución. Aunque puede presentarse en cualquier época del año, es más frecuente en verano y en personas que están en contacto frecuente con el agua, como nadadores o quienes viven en zonas de clima húmedo.

Los hongos más habituales que causan esta infección son del género Aspergillus (especialmente Aspergillus niger) y Candida albicans. Cada uno puede dar lugar a una presentación clínica diferente: mientras Aspergillus produce secreciones negruzcas o grisáceas, Candida suele generar exudados más blanquecinos y densos.

La otomicosis no siempre se diagnostica de forma inmediata, ya que sus síntomas —como el picor o la sensación de oído taponado— pueden confundirse con otras afecciones otológicas. Por eso, una correcta exploración del oído por parte del especialista es fundamental para aplicar el tratamiento adecuado y evitar que la infección se prolongue o reaparezca.

Aunque no suele ser grave, sí puede ser muy molesta y tender a la recurrencia si no se toman medidas preventivas. Por eso, entender qué es exactamente esta infección ayuda a detectarla antes, tratarla mejor y evitar complicaciones.

¿Qué síntomas produce la otomicosis?

Los síntomas de la otomicosis pueden ser muy molestos, aunque no siempre alarmantes en un primer momento. Muchas personas los confunden con una otitis bacteriana o simplemente los achacan a una pequeña irritación por haber estado en la piscina o haberse rascado con un bastoncillo. Sin embargo, los hongos en el oído suelen dar una serie de señales características que conviene conocer.

El síntoma más frecuente y llamativo es el picor persistente en el oído. Es una sensación intensa, que suele empeorar con el paso de los días y que no se alivia fácilmente. Algunas personas llegan a introducir objetos o rascarse con los dedos en busca de alivio, lo que a menudo empeora la situación.

A este picor se le suma una sensación de oído taponado o lleno, como si hubiera agua dentro o una especie de tapón. Esto se debe a la acumulación de restos de hongos, cerumen alterado e inflamación local, que pueden llegar a reducir la entrada de sonido.

También es común observar secreciones anormales que salen del oído. Estas pueden ser blanquecinas, amarillas, grisáceas o incluso negras, según el tipo de hongo implicado. A veces tienen un aspecto espeso o grumoso, y pueden acompañarse de un olor desagradable, fácilmente detectable por quien convive con la persona afectada.

Otros síntomas habituales incluyen:

  • Dolor leve o molestia al tocar el oído o presionar el trago (la zona saliente justo delante del conducto).
  • Enrojecimiento e inflamación del canal auditivo externo.
  • Leve pérdida de audición, provocada no por un daño en el oído interno, sino por la obstrucción mecánica del conducto.

A diferencia de las infecciones bacterianas, la fiebre no suele estar presente, salvo que haya una sobreinfección asociada o se complique el cuadro clínico.

Aunque al principio pueda parecer algo leve, si no se trata a tiempo, la otomicosis puede cronificarse, generar molestias prolongadas y dificultar tareas cotidianas como escuchar música, hablar por teléfono o incluso dormir de lado. Por eso, reconocer sus síntomas desde el principio es clave para acudir al especialista y evitar complicaciones.

Causas más frecuentes

La otomicosis no aparece por casualidad. Para que los hongos colonicen el oído externo, es necesario que se den una serie de condiciones que alteren el equilibrio natural del conducto auditivo. En circunstancias normales, esta zona cuenta con mecanismos de defensa —como el cerumen, el pH ácido o la ventilación natural— que evitan la proliferación de microorganismos. Pero cuando alguno de estos mecanismos falla, el entorno se vuelve ideal para que los hongos crezcan.

Una de las causas más comunes es la exposición prolongada a la humedad. Las personas que nadan con frecuencia, se duchan varias veces al día o viven en zonas con clima cálido y húmedo tienen más riesgo de desarrollar otomicosis. El exceso de agua en el oído modifica la flora natural del conducto y puede eliminar la capa protectora de cerumen, favoreciendo así la aparición de hongos.

Otro factor importante es el uso continuado de antibióticos o gotas óticas sin supervisión médica. Estos tratamientos pueden alterar el equilibrio microbiano natural del oído, eliminando las bacterias protectoras y dejando el terreno libre para la proliferación fúngica.

También influyen los microtraumatismos, es decir, pequeñas lesiones que se producen al introducir bastoncillos, pinzas, uñas o cualquier objeto para rascar o limpiar el oído. Estas heridas, aunque sean superficiales, abren la puerta a la infección.

Otras causas frecuentes incluyen:

  • Enfermedades dermatológicas, como la dermatitis seborreica o la psoriasis, que afectan también al canal auditivo.
  • Uso de audífonos, tapones o cascos durante largos periodos, especialmente si se usan en ambientes calurosos o sin una higiene adecuada.
  • Sistema inmunitario debilitado, como ocurre en personas con diabetes mal controlada, VIH o en tratamiento inmunosupresor.

En realidad, basta con que se combinen dos o tres de estos factores para que aparezca la infección. Por eso, muchas personas que nunca han tenido problemas de oído pueden desarrollar otomicosis tras unas vacaciones en la playa o al usar gotas sin receta tras una pequeña molestia.

¿Cómo se diagnostica?

El diagnóstico de la otomicosis se realiza a través de una exploración otoscópica, en la que el médico puede observar directamente el conducto auditivo y detectar la presencia de secreciones, hifas fúngicas o restos de hongos.

En algunos casos, se puede tomar una muestra del material del oído para su análisis en laboratorio y confirmar el tipo de hongo responsable, sobre todo si hay recidivas o la infección no mejora con el tratamiento habitual.

Tratamiento para los hongos en los oídos

El tratamiento de la otomicosis tiene como objetivo eliminar la infección, aliviar los síntomas y prevenir que vuelva a aparecer. A diferencia de las infecciones bacterianas, en este caso los antibióticos no son eficaces, por lo que es importante seguir un abordaje específico y siempre bajo la supervisión de un profesional sanitario.

Lo primero y más importante es realizar una limpieza adecuada del conducto auditivo. Esta limpieza debe llevarla a cabo un especialista, ya que es necesario retirar los restos de hongos, cerumen alterado, secreciones y piel descamada sin dañar el oído. A menudo se utilizan técnicas como aspiración, irrigación o limpieza bajo visión directa con instrumental específico. Esta parte del tratamiento no solo alivia los síntomas de forma inmediata, sino que también permite que los medicamentos antifúngicos actúen mejor.

Una vez que el conducto está limpio, se aplican gotas antifúngicas específicas para eliminar los hongos. Estas gotas suelen administrarse varias veces al día durante una o dos semanas, dependiendo de la evolución del paciente y del tipo de hongo. Es importante no interrumpir el tratamiento aunque los síntomas mejoren rápidamente, ya que una suspensión prematura puede favorecer las recaídas.

En algunos casos, especialmente si hay inflamación intensa, el especialista puede pautar gotas con corticoides para reducir la irritación y aliviar las molestias. Si además se detecta una sobreinfección bacteriana, puede ser necesario combinar el tratamiento antifúngico con antibióticos tópicos.

Durante el proceso de recuperación, es fundamental evitar que entre agua en el oído. También se recomienda no introducir bastoncillos, auriculares ni objetos que puedan irritar o volver a contaminar la zona.

Con un tratamiento bien indicado y unas pautas de cuidado sencillas, la otomicosis suele resolverse en pocos días. No obstante, si no se eliminan los factores que la provocaron —como la humedad, la mala higiene del oído o el uso inadecuado de productos óticos—, existe el riesgo de que reaparezca. Por eso, más allá del tratamiento farmacológico, la prevención y el seguimiento médico juegan un papel clave.

¿Puede reaparecer la otomicosis?

Sí, y de hecho es bastante habitual. La otomicosis es una infección que tiende a repetirse si no se tratan correctamente las causas que la provocaron. Aunque el tratamiento antifúngico suele ser eficaz y los síntomas desaparecen al cabo de unos días, si el entorno del oído sigue siendo favorable para el crecimiento de hongos, la infección puede volver en cuestión de semanas o meses.

Uno de los motivos más frecuentes de recaída es la humedad constante en el oído. Las personas que practican natación, se duchan con frecuencia o viven en climas cálidos y húmedos tienen más riesgo de sufrir reinfecciones, sobre todo si no protegen bien los oídos. También pueden influir otros factores como el uso continuado de audífonos, tapones o auriculares, la presencia de eccema o dermatitis en el conducto auditivo, o el uso prolongado de medicamentos tópicos sin control médico.

Además, muchas veces los síntomas desaparecen parcialmente y la persona piensa que está curada, pero el hongo no se ha eliminado del todo. Esto ocurre, por ejemplo, cuando se interrumpe el tratamiento antes de tiempo o no se realiza una limpieza adecuada del oído por parte del especialista. En estos casos, los hongos pueden seguir presentes y reactivar la infección más adelante.

Para evitar que la otomicosis reaparezca, es fundamental seguir correctamente las indicaciones médicas, completar el tratamiento hasta el final y mantener una buena higiene del oído, sin usar bastoncillos ni introducir objetos que puedan irritar la zona. También conviene evitar la humedad en la medida de lo posible y consultar con un profesional si se notan síntomas similares a los de una infección previa.

Con una buena prevención, muchas personas logran evitar nuevas infecciones. Pero si tienden a recaer con frecuencia, es importante valorar si existe alguna causa subyacente que esté facilitando estas recurrencias, como un problema dermatológico crónico o un sistema inmune debilitado.

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Otomicosis en niños

Aunque es menos frecuente que en adultos, la otomicosis también puede afectar a los niños, especialmente durante los meses de verano o en contextos donde hay un contacto frecuente con el agua. Piscinas, playas, duchas prolongadas o simplemente el sudor acumulado pueden crear un entorno propicio para que los hongos proliferen en el conducto auditivo externo.

En los más pequeños, esta infección puede pasar desapercibida al principio, ya que los síntomas no siempre se manifiestan con claridad o los niños no saben expresarlos bien. Sin embargo, si se presta atención, hay señales que pueden alertar a las familias y facilitar un diagnóstico precoz.

¿Cómo se manifiesta en la infancia?

El síntoma más habitual en niños con otomicosis es el picor en el oído. Muchos se rascan con frecuencia, se tocan la oreja o incluso se muestran irritables sin una causa aparente. A veces, también aparece una secreción blanquecina o amarillenta que puede manchar la almohada o ser visible desde fuera del conducto auditivo.

Es posible que el niño diga que no escucha bien de un oído o que note “algo raro” dentro. En otros casos, se quejan de molestias al apoyar la cabeza o al presionar el oído, y en situaciones más avanzadas pueden desarrollar enrojecimiento, mal olor o dolor más intenso.

Es importante no recurrir a remedios caseros ni introducir bastoncillos u objetos para “limpiar” el oído. Esto puede empeorar la infección, dañar el conducto o dificultar la evaluación médica.

Ante cualquier sospecha, lo recomendable es acudir al pediatra o al otorrinolaringólogo, que podrá explorar el oído con el instrumental adecuado y aplicar el tratamiento más seguro y eficaz. Con una buena limpieza y gotas antifúngicas adaptadas a la edad, la mayoría de los casos se resuelven sin complicaciones.

¿Cuándo acudir al médico?

Aunque muchas personas intentan aliviar las molestias del oído por su cuenta, es importante saber cuándo conviene consultar a un profesional. En el caso de la otomicosis, un diagnóstico precoz y un tratamiento adecuado marcan la diferencia entre una infección puntual y un problema que se cronifica o se complica.

Si notas picor persistente en uno o ambos oídos, especialmente si va acompañado de una sensación de taponamiento, secreción anómala o pérdida de audición, es momento de acudir al médico. También debe valorarse cualquier olor desagradable que salga del oído, ya que puede indicar la presencia de hongos o una sobreinfección bacteriana.

Otro signo de alerta es la aparición de molestias o dolor al presionar el oído, así como la sensación de que los síntomas no mejoran tras varios días. En personas que ya han tenido otomicosis en el pasado, una recaída puede pasar desapercibida al principio, pero tiende a repetirse si no se trata desde el inicio.

También es fundamental consultar si has estado utilizando gotas óticas sin prescripción médica o si has recurrido a remedios caseros que no han dado resultado. En estos casos, el tratamiento inadecuado puede empeorar la situación o alterar el entorno del oído, facilitando la proliferación de hongos.

En niños pequeños, cualquier cambio de comportamiento, irritabilidad, rascado constante del oído o secreción visible debe ser motivo de consulta pediátrica, ya que no siempre pueden explicar lo que sienten.

Y por supuesto, si tienes factores de riesgo como diabetes, inmunodepresión, uso de audífonos o problemas dermatológicos en la zona, es recomendable no dejar pasar los síntomas. Cuanto antes se realice la exploración médica, más fácil será eliminar la infección y evitar complicaciones.

El oído es una estructura delicada y, ante la duda, lo mejor es dejar su cuidado en manos de profesionales.