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¿Te duele el oído? Así se detecta, se trata y se previene la otitis

miércoles, 2 de julio de 2025

La otitis es una de esas afecciones comunes que muchas personas han sufrido alguna vez, especialmente durante la infancia. Ese dolor repentino y punzante en el oído, que a veces viene acompañado de fiebre, supuración o sensación de oído taponado, puede deberse a múltiples causas y presentarse de formas distintas según la edad, el tipo de otitis y el estado general de salud.

Aunque suele relacionarse con el verano y los baños en la piscina, la otitis no entiende de estaciones. Algunas aparecen de forma aguda y dolorosa, mientras que otras se desarrollan de forma más lenta, silenciosa y persistente. Y si no se detectan y tratan bien, pueden dejar secuelas como pérdida de audición o infecciones de repetición.

Saber identificar una otitis a tiempo puede marcar la diferencia entre una simple molestia y un problema mayor. No es una afección exclusiva de la infancia: también puede afectar a adultos y personas mayores, con síntomas que van desde el clásico dolor punzante hasta la pérdida de audición o la supuración. Por eso conviene tener claro qué tipos existen, por qué aparecen, cómo se manifiestan y qué tratamiento requiere cada caso.

¿Qué es la otitis?

La otitis es una inflamación del oído que puede aparecer en distintas partes: el conducto auditivo externo, el oído medio (detrás del tímpano) o el oído interno. La mayoría de las veces tiene un origen infeccioso, ya sea por bacterias o virus, aunque también puede deberse a factores mecánicos, alérgicos o incluso a cambios bruscos de presión.

En función de la zona afectada, distinguimos principalmente tres tipos: otitis externa, otitis media y otitis interna. Cada una tiene sus características propias, que conviene conocer para poder identificarla a tiempo.

Tipos de otitis y cómo reconocerlas

No todas las otitis son iguales. Dependiendo de la parte del oído que se inflame —ya sea el conducto externo, el oído medio o el oído interno— los síntomas, el tratamiento e incluso la gravedad del problema pueden variar notablemente. Te explicamos los tipos más frecuentes de otitis, sus características principales y cómo se manifiestan en cada caso.

Otitis externa

También conocida como “oído de nadador”, esta forma de otitis afecta al canal auditivo externo. Es más frecuente en verano, tras baños prolongados en piscinas o playas, aunque también puede aparecer por el uso de bastoncillos o por pequeñas heridas en la piel del oído.

Suele provocar dolor al tocar o mover la oreja, picor intenso e incluso supuración. Aunque no suele ser grave, puede ser muy molesta si no se trata correctamente.

Otitis media aguda

Es la forma más común entre los niños. Suele aparecer después de una infección respiratoria —como un catarro o una gripe—, cuando se inflama la trompa de Eustaquio y se acumula moco en el oído medio, facilitando la proliferación de bacterias.

El dolor de oído es intenso, puede ir acompañado de fiebre, irritabilidad e incluso supuración si se rompe el tímpano. A veces también se nota pérdida temporal de audición.

Otitis media serosa

Tras una otitis aguda, es posible que el líquido permanezca retenido en el oído medio durante semanas sin que haya una infección activa. Esto se conoce como otitis serosa o con derrame. A menudo no duele, pero puede provocar sensación de taponamiento o pérdida auditiva leve.

En la mayoría de los casos se resuelve sola, aunque conviene vigilarla si dura más de lo esperado.

Otitis crónica

Cuando la inflamación del oído medio se repite con frecuencia o se mantiene durante más de tres meses, hablamos de otitis media crónica. Puede dañar el tímpano o los huesos del oído y causar problemas auditivos a largo plazo.

En estos casos suele ser necesario un seguimiento más estrecho por parte del otorrino.

¿Por qué se produce la otitis?

La otitis no es una única enfermedad, y por tanto tampoco tiene una única causa. La aparición de esta inflamación en el oído depende en gran medida de la zona afectada (externa, media o interna), de la edad del paciente y de factores ambientales o anatómicos. Sin embargo, sí hay una serie de situaciones que aumentan el riesgo de desarrollar una otitis.

En los niños pequeños, por ejemplo, el origen más habitual es una infección vírica o bacteriana tras un catarro. El moco se acumula en la trompa de Eustaquio, que es más corta y horizontal a esas edades, dificultando su drenaje y facilitando la proliferación de gérmenes en el oído medio.

En el caso de la otitis externa, suele estar relacionada con la entrada de agua en el conducto auditivo, especialmente si la piel está irritada o dañada. El exceso de humedad, junto con el calor y la falta de ventilación, crea un entorno ideal para que proliferen hongos o bacterias. El uso de bastoncillos, auriculares o cualquier objeto introducido en el oído también puede generar pequeñas lesiones que favorecen la infección.

En adultos, además de las infecciones respiratorias, la otitis puede aparecer tras cambios bruscos de presión (como al volar o bucear), por alergias mal controladas o por enfermedades de base que afectan a las mucosas. En personas mayores, el uso de audífonos mal adaptados o la acumulación de cerumen también puede favorecer la aparición de episodios de inflamación o infección.

La importancia del diagnóstico

Detectar una otitis no suele ser complicado para el profesional sanitario, especialmente cuando el dolor de oído es claro y hay síntomas asociados. Aun así, es importante realizar una exploración adecuada para determinar qué parte del oído está afectada y si se trata de una infección aguda, una acumulación de líquido o una inflamación crónica.

La herramienta principal para diagnosticar la otitis es el otoscopio, un instrumento que permite visualizar el interior del conducto auditivo y el estado del tímpano. En función de lo que se observe, se pueden identificar signos característicos como:

  • Enrojecimiento o inflamación del tímpano, típico de las otitis medias.
  • Presencia de líquido o burbujas detrás del tímpano, en casos de otitis serosa.
  • Supuración o secreción, que puede indicar rotura timpánica o infección externa.
  • Conducto auditivo enrojecido o inflamado, en otitis externas.

En algunos casos, sobre todo si hay antecedentes de otitis repetidas o pérdida de audición, pueden ser necesarias pruebas complementarias para evaluar mejor la situación. Las más habituales son:

  • Timpanometría, que mide la movilidad del tímpano y ayuda a detectar acumulación de líquido.
  • Audiometría, para valorar la capacidad auditiva, especialmente en niños con otitis recurrentes o serosas.
  • Cultivo de secreciones, si se sospecha una infección resistente o poco habitual.

¿Cómo se trata la otitis?

El tratamiento de la otitis depende del tipo de inflamación, la causa que la provoca y la edad del paciente. No todas las otitis necesitan antibióticos, y en muchos casos el control consiste en aliviar el dolor y vigilar la evolución. Un diagnóstico adecuado permite aplicar el tratamiento más eficaz sin recurrir a medicación innecesaria.

En las otitis externas, lo más habitual es el uso de gotas óticas con antibióticos, antifúngicos o corticoides, según el caso. También se puede recomendar limpiar suavemente el canal auditivo para eliminar restos de piel, humedad o secreción. Es fundamental mantener el oído seco durante el tratamiento y evitar introducir objetos.

Las otitis medias agudas, sobre todo en niños, pueden requerir antibiótico si hay fiebre, dolor intenso o supuración. Sin embargo, en casos leves, sobre todo en mayores de 2 años, se puede optar por una actitud expectante durante 48 horas, con control del dolor y observación. El cuerpo puede resolver la infección por sí solo si el sistema inmune responde bien.

En cuanto a las otitis serosas o con derrame, no suelen doler, pero pueden provocar pérdida auditiva temporal. En estos casos, se recomienda vigilar durante varias semanas. Si el líquido persiste y afecta al lenguaje o al aprendizaje en niños, el otorrino puede plantear la colocación de drenajes transtimpánicos.

Otitis en niños: por qué es tan común y cómo detectarla

La otitis media aguda es extremadamente común en niños menores de cinco años. Esto se debe a que la trompa de Eustaquio, encargada de drenar el oído medio, es más corta y horizontal en los más pequeños, lo que facilita que las infecciones respiratorias lleguen hasta allí.

Además, su sistema inmunitario aún está en desarrollo y la asistencia a guarderías favorece el contagio de virus. Incluso el uso prolongado del chupete o tomar el biberón tumbado puede aumentar el riesgo.

Cuando un niño tiene otitis, no siempre puede expresar que le duele el oído. Por eso conviene estar atentos a señales como el llanto inconsolable, la fiebre sin causa aparente, la irritabilidad, el insomnio o el rechazo al alimento. Si se lleva constantemente la mano al oído o aparece supuración, es importante consultar con el pediatra.

En la mayoría de los casos, la otitis se resuelve sin complicaciones. Pero si se repite con frecuencia, puede afectar a la audición y, a largo plazo, al desarrollo del lenguaje. Por eso es fundamental vigilar los síntomas y acudir al especialista cuando sea necesario.

¿Es contagiosa la otitis?

La otitis no se contagia como tal, pero sí lo hacen los virus respiratorios que la originan. Esto explica por qué es tan frecuente en entornos infantiles. La prevención pasa por cuidar los resfriados, mantener una buena higiene y evitar el humo del tabaco en casa.

¿Cuándo hay que acudir al médico?

No conviene esperar demasiado ante un dolor de oído, sobre todo si hay fiebre, supuración o síntomas persistentes. En niños pequeños, cualquier señal de malestar o pérdida de audición justifica una visita al pediatra. También en adultos, si la otitis se repite o afecta a la calidad de vida, es necesario realizar una valoración especializada.

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Estaremos encantados de atenderte y resolver todas tus dudas.

Prevención: ¿se puede evitar la otitis?

Aunque no siempre se puede evitar por completo, especialmente en el caso de los niños pequeños, sí existen medidas que ayudan a reducir de forma significativa el riesgo de sufrir una otitis. La clave está en prevenir las infecciones respiratorias, proteger el oído frente a la humedad excesiva y evitar ciertos hábitos que pueden dañar el canal auditivo o alterar su ventilación.

En el caso de los más pequeños, mantener unas buenas rutinas de higiene, cuidar los catarros y seguir el calendario vacunal son pasos básicos para evitar complicaciones. También influye el entorno: el humo del tabaco, la asistencia a guarderías o el uso prolongado del chupete pueden aumentar el riesgo de desarrollar otitis media de forma repetida.

Algunas pautas que ayudan a prevenir la otitis son:

  • Secar bien los oídos después del baño o la piscina, especialmente en verano.
  • Evitar el uso de bastoncillos, objetos punzantes o auriculares que puedan dañar el canal auditivo.
  • Controlar bien los resfriados, sobre todo en niños pequeños, para evitar que se compliquen.
  • Reducir la exposición al humo del tabaco, ya que irrita las vías respiratorias y favorece las infecciones.
  • Evitar el uso del biberón tumbado, que favorece la entrada de líquido a la trompa de Eustaquio.
  • Seguir el calendario de vacunación, especialmente frente al neumococo y la gripe.

En personas propensas a la otitis externa, también puede ser útil el uso puntual de gotas secantes tras el baño o el uso de tapones específicos al nadar, siempre bajo recomendación médica.

¿Qué pasa si no se trata a tiempo?

En los casos de otitis media, si la infección no se controla bien, el tímpano puede inflamarse hasta el punto de romperse. La perforación timpánica suele aliviar momentáneamente el dolor, pero puede dejar una lesión que tarde semanas en cicatrizar o incluso derivar en una pérdida auditiva parcial. Además, una perforación mal curada aumenta el riesgo de futuras infecciones y puede requerir tratamiento quirúrgico.

Otra situación frecuente es la persistencia de líquido en el oído medio tras una otitis. En niños, esto puede pasar desapercibido si no hay dolor, pero limitar su capacidad auditiva durante semanas. Cuando este problema se cronifica, puede interferir en el desarrollo del lenguaje y en el rendimiento escolar, sin que siempre se relacione directamente con el oído.

En adultos, una otitis mal curada puede transformarse en un proceso crónico que reaparece cada cierto tiempo, a veces con supuración continua o hipoacusia progresiva. Y aunque son casos menos frecuentes, una infección persistente también puede extenderse a estructuras cercanas —como el hueso mastoideo— o, en situaciones extremas, al nervio facial.