Puede ser una de las primeras cosas que llama la atención tras el parto: el bebé tiene un tono amarillento en la piel o en la parte blanca de los ojos. No es algo extraño, de hecho ocurre en más de la mitad de los recién nacidos. Se trata de la llamada ictericia fisiológica, una situación frecuente en los primeros días de vida que suele resolverse de forma espontánea, sin dejar secuelas.
Aunque puede generar cierta inquietud en las familias, en la mayoría de los casos no se trata de una señal de enfermedad, sino de una adaptación temporal del organismo del bebé al nuevo entorno fuera del útero. Aun así, hay algunos signos que conviene vigilar y momentos en los que esta ictericia puede requerir seguimiento médico o incluso tratamiento.
Saber identificar cuándo es parte del desarrollo normal y cuándo necesita una valoración profesional es clave para acompañar estos primeros días con más tranquilidad.
¿Qué es la ictericia fisiológica?
La ictericia fisiológica es una coloración amarillenta de la piel y de la parte blanca de los ojos que aparece en muchos recién nacidos durante los primeros días de vida. Este tono amarillento se debe a un aumento transitorio de bilirrubina en sangre, un pigmento que se libera cuando el cuerpo descompone los glóbulos rojos.
En condiciones normales, la bilirrubina se procesa en el hígado y se elimina a través de las heces. Sin embargo, en los bebés recién nacidos este sistema todavía está madurando. Su hígado no es lo bastante eficaz para eliminar toda la bilirrubina generada, por lo que se acumula en el cuerpo durante unos días, provocando ese cambio de color en la piel.
Lejos de ser una enfermedad, la ictericia fisiológica se considera una respuesta natural y frecuente en la adaptación del bebé a la vida fuera del útero. Aparece en más del 50 % de los recién nacidos a término y en un porcentaje aún mayor de los prematuros. Lo habitual es que se manifieste entre el segundo y cuarto día de vida y desaparezca por sí sola hacia el final de la primera semana.
Aunque en la mayoría de los casos no requiere tratamiento, es importante vigilar su evolución para detectar posibles complicaciones o formas no fisiológicas que sí podrían necesitar atención médica.
¿Por qué ocurre la ictericia en los recién nacidos?
La ictericia en los primeros días de vida tiene una explicación fisiológica: el cuerpo del recién nacido atraviesa una serie de cambios intensos para adaptarse a la vida fuera del útero. Uno de ellos es la transformación de su sistema sanguíneo. Durante el embarazo, el bebé utiliza un tipo especial de hemoglobina que, tras el parto, empieza a degradarse para dar paso a la hemoglobina adulta. Este proceso genera una gran cantidad de bilirrubina, que es el pigmento responsable del color amarillento.
El hígado es el órgano encargado de procesar y eliminar esa bilirrubina, pero en los recién nacidos aún no funciona a pleno rendimiento. Es decir, la producción de bilirrubina se dispara justo en un momento en el que el sistema de eliminación todavía es inmaduro. El resultado: una acumulación temporal de bilirrubina en sangre que se manifiesta en la piel y en los ojos.
A esto se suman otros factores que pueden favorecer o intensificar la ictericia fisiológica, como el nacimiento prematuro, las dificultades iniciales con la lactancia o una pérdida excesiva de peso en los primeros días. En cualquier caso, lo más habitual es que este fenómeno se produzca entre el segundo y el cuarto día de vida y se resuelva por sí solo conforme el hígado del bebé empieza a funcionar con más eficacia.
Cambios en el metabolismo de la bilirrubina
En el útero, el bebé utiliza una hemoglobina distinta, adaptada a la vida fetal. Al nacer, este tipo de glóbulos rojos comienza a degradarse rápidamente, lo que produce un aumento considerable de bilirrubina. El problema es que el hígado del recién nacido todavía está madurando, y durante los primeros días no consigue eliminar este exceso con la misma eficacia que el de un adulto.
Factores que favorecen su aparición
Hay algunas situaciones que aumentan el riesgo o la intensidad de la ictericia fisiológica:
- Nacer antes de la semana 38 (prematuridad).
- Tener una pérdida de peso significativa en los primeros días de vida.
- Iniciar la lactancia con poca frecuencia o con dificultades.
- Tener antecedentes familiares: si algún hermano presentó ictericia, es más probable que se repita.
En la mayoría de los casos, esta ictericia aparece entre el segundo y cuarto día de vida y se resuelve en una o dos semanas, a medida que el sistema hepático del bebé se adapta a su nueva función fuera del útero.