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Hepatitis C: cómo prevenir, detectar y curar esta enfermedad silenciosa

martes, 1 de octubre de 2024

La hepatitis C es una infección hepática silenciosa y potencialmente mortal que muchas personas portan sin saberlo. Causada por el virus de la hepatitis C (VHC), esta enfermedad puede pasar desapercibida durante años, mientras daña progresivamente el hígado.

Si no se detecta a tiempo, puede evolucionar a cirrosis, insuficiencia hepática o incluso cáncer de hígado. La hepatitis C se transmite principalmente a través del contacto con sangre contaminada, como en el uso compartido de agujas, procedimientos médicos inseguros o tatuajes con equipo no esterilizado.

Aunque en sus primeras etapas la enfermedad puede no mostrar síntomas, existen tratamientos modernos que pueden curarla si se detecta a tiempo, lo que subraya la importancia de un diagnóstico temprano.

¿Qué es la hepatitis C?

La hepatitis C es una enfermedad viral que afecta al hígado. Está causada por el virus de la hepatitis C (VHC), el cual provoca inflamación y daño hepático. Aunque muchas personas infectadas no presentan síntomas iniciales, la enfermedad sigue avanzando y puede volverse crónica.

Esta fase crónica es particularmente peligrosa, ya que puede causar cirrosis o cáncer de hígado si no se trata. La hepatitis C se clasifica en seis genotipos principales, y conocer el genotipo del virus es crucial para determinar el tratamiento adecuado.

¿Cómo se detecta la hepatitis C?

El diagnóstico de la hepatitis C se realiza a través de pruebas de sangre que permiten identificar la presencia del virus o anticuerpos en el organismo. El proceso de detección generalmente se realiza en dos pasos:

Prueba de anticuerpos contra el VHC. Esta prueba detecta si el cuerpo ha producido anticuerpos en respuesta a la infección por el virus de la hepatitis C. Un resultado positivo indica que la persona ha estado expuesta al virus en algún momento, pero no confirma si la infección sigue activa o si el paciente la ha superado.

Prueba de ARN del VHC. Si la prueba de anticuerpos es positiva, se realiza una prueba adicional para detectar el ARN del virus, lo que confirma si el virus está activo en el cuerpo. Esta prueba también mide la cantidad de virus en la sangre (carga viral), lo cual es crucial para determinar la gravedad de la infección y el tratamiento adecuado.

Además de las pruebas sanguíneas, una vez que se ha confirmado la infección, los médicos pueden realizar otras pruebas para evaluar el daño hepático.

  • Biopsia hepática. Aunque es menos común en la actualidad, puede utilizarse para evaluar el grado de fibrosis o daño en el hígado.
  • Elastografía. Es una alternativa no invasiva a la biopsia y mide la rigidez del hígado para detectar fibrosis o cirrosis.
  • Pruebas de función hepática. Estas pruebas evalúan cómo está funcionando el hígado y pueden indicar si ya ha sufrido daño.

¿Cómo se contagia la hepatitis C?

El virus de la hepatitis C se transmite a través del contacto directo con sangre infectada. Algunas formas comunes de transmisión son:

  • Uso compartido de agujas entre personas que se inyectan drogas.
  • Procedimientos médicos inseguros o transfusiones de sangre en lugares donde no se cumplen las medidas de control necesarias.
  • Tatuajes y piercings realizados con equipo no esterilizado.
  • De madre a hijo durante el parto, aunque esta forma de transmisión es menos común.

Es importante destacar que la hepatitis C no se transmite por contacto casual, como abrazos, besos o compartir cubiertos, ni por alimentos o agua contaminada.

Síntomas comunes de la Hepatitis C

La hepatitis C es conocida como una “enfermedad silenciosa” porque muchas personas no presentan síntomas durante años. Sin embargo, cuando los síntomas aparecen, suelen variar dependiendo de si la infección está en su fase aguda o crónica.

Fase aguda de la emfermedad

En las primeras semanas o meses después de la infección, algunas personas pueden experimentar síntomas leves que a menudo se confunden con otras enfermedades comunes. Estos síntomas incluyen fatiga extrema, fiebre leve, náuseas, pérdida de apetito, dolor abdominal y orina oscura. En casos más severos, puede aparecer ictericia, que se manifiesta como un color amarillento en la piel y los ojos.

Fase crónica de la hepatitis

Si la infección por hepatitis C se vuelve crónica, el virus puede dañar el hígado durante décadas sin mostrar síntomas evidentes. Con el tiempo, los síntomas pueden empeorar y manifestarse de manera más severa, incluyendo:

  • Fatiga persistente. El cansancio extremo se convierte en una constante en la vida diaria del paciente.
  • Dolor articular o muscular. Algunos pacientes experimentan dolor en las articulaciones o músculos.
  • Ictericia. En fases avanzadas, la ictericia puede reaparecer, indicando un daño hepático significativo.
  • Hinchazón abdominal. La acumulación de líquido en la cavidad abdominal, conocida como ascitis, puede ser un síntoma avanzado de daño hepático.
  • Confusión mental. La encefalopatía hepática puede desarrollarse en etapas avanzadas, causando confusión y pérdida de memoria.

En sus fases más graves, la hepatitis C puede causar cirrosis, lo que aumenta el riesgo de insuficiencia hepática o cáncer de hígado.

Tratamiento de la hepatitis C

El tratamiento para la hepatitis C ha avanzado considerablemente en los últimos años. Los antivirales de acción directa (DAA) han transformado el control de la enfermedad, alcanzando tasas de curación superiores al 95%. Estos medicamentos son altamente efectivos y pueden eliminar el virus del cuerpo en un plazo de 8 a 12 semanas.

El tratamiento varía según el genotipo del virus y el estado general del paciente. Afortunadamente, los antivirales modernos tienen pocos efectos secundarios y son mucho más efectivos que los tratamientos tradicionales como el interferón, que solían ser menos tolerados por los pacientes.

Es fundamental que las personas con factores de riesgo se realicen pruebas de detección para identificar la infección a tiempo. Cuanto antes se diagnostique la enfermedad, más fácil será tratarla y evitar complicaciones graves.

¿Cómo podemos prevenir la enfermedad?

La prevención es esencial para reducir la propagación de la hepatitis C. Las principales estrategias de prevención incluyen evitar compartir agujas, asegurarse de que los procedimientos médicos y de tatuaje se realicen en condiciones seguras y esterilizadas, y educar a la población sobre los riesgos de contagio.

En el caso de personas que se inyectan drogas, los programas de intercambio de jeringas y las campañas de educación sobre el uso seguro de los materiales son esenciales para reducir el riesgo de transmisión. Además, es fundamental que las mujeres embarazadas con hepatitis C reciban atención médica adecuada para minimizar el riesgo de transmisión del virus a sus hijos durante el parto.

El Día Internacional de la Hepatitis C nos recuerda la importancia de la detección temprana y el tratamiento de esta enfermedad silenciosa. Aunque muchas personas pueden vivir con hepatitis C sin saberlo, el daño hepático es progresivo y grave si no se trata.

En el Hospital La Antigua, ofrecemos pruebas de detección y tratamientos efectivos para curar la hepatitis C antes de que cause complicaciones mayores. Si crees que puedes estar en riesgo o tienes dudas sobre tu salud hepática, acude a nuestro centro para recibir una evaluación y tratamiento adecuado.