La gota es mucho más que un simple dolor en las articulaciones. Detrás de este nombre corto se esconde una enfermedad inflamatoria que, aunque durante años se ha relacionado casi exclusivamente con personas mayores o estilos de vida poco saludables, hoy se sabe que puede afectar a perfiles muy diversos. Los avances médicos han permitido entender mejor qué provoca la acumulación de ácido úrico en las articulaciones y por qué, de un día para otro, una persona puede despertarse con un dolor intenso e incapacitante, sobre todo en el dedo gordo del pie, aunque no es la única localización posible.
Durante años, la gota ha arrastrado ciertos mitos que es importante desmentir: no es una enfermedad exclusiva de quienes abusan de la carne roja o el marisco, ni está limitada a una cuestión de excesos alimentarios. Hay una base metabólica clara, factores genéticos y otras enfermedades que predisponen a padecerla. Por eso, entender qué es la gota, cuáles son sus síntomas, cómo se diagnostica y las opciones de tratamiento actuales resulta fundamental para quienes ya conviven con ella o para quienes quieren prevenirla.
Además, es esencial aclarar una duda frecuente: ¿la gota se puede controlar? La respuesta es sí. Afortunadamente, hoy disponemos de tratamientos eficaces y estrategias que mejoran notablemente la calidad de vida de los pacientes. Vamos a repasar cada aspecto clave de esta enfermedad para ofrecer una visión clara y actualizada.
¿Qué es la gota y por qué se produce?
La gota es una forma de artritis inflamatoria causada por un exceso de ácido úrico en sangre, lo que se conoce como hiperuricemia. Este ácido úrico se acumula en las articulaciones en forma de cristales de urato monosódico, desencadenando episodios de inflamación aguda muy dolorosa.
Normalmente, el ácido úrico es un desecho que se elimina a través de la orina. Sin embargo, si el cuerpo produce demasiado o si los riñones no lo eliminan con la suficiente eficacia, se acumula en la sangre y, con el tiempo, empieza a depositarse en las articulaciones y tejidos circundantes. Esto genera los conocidos ataques de gota.
Aunque cualquiera puede desarrollar gota, hay personas con mayor riesgo, como quienes tienen antecedentes familiares, problemas renales o enfermedades metabólicas. La edad y el sexo también son factores a tener en cuenta: es más frecuente en hombres entre los 40 y los 60 años, aunque en las mujeres puede aparecer tras la menopausia.