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Enfermedad de Addison: cuando el cuerpo no puede con el día a día

miércoles, 8 de octubre de 2025

Sentir un cansancio extremo que no se va ni con descanso. Marearte al levantarte. Tener la piel más oscura en algunas zonas del cuerpo sin haber tomado el sol. Perder peso sin querer, notar que la sal te sabe a gloria o sufrir molestias digestivas sin una causa clara. A veces, el cuerpo da señales que pasamos por alto, pero que en realidad están avisando de algo importante. La enfermedad de Addison es una de esas poco frecuentes que pueden pasar desapercibidas, pero que, si no se detectan a tiempo, pueden llegar a ser graves.

Hablamos de una enfermedad endocrina crónica que afecta a las glándulas suprarrenales. Estas glándulas, situadas sobre los riñones, tienen la función de producir hormonas clave para el equilibrio del organismo, como el cortisol y la aldosterona. Cuando dejan de hacerlo de forma adecuada, el cuerpo empieza a funcionar a medio gas, y aparecen los síntomas.

Aunque no es una enfermedad común, reconocerla puede marcar una gran diferencia. Especialmente porque existe tratamiento y, con el seguimiento adecuado, las personas con Addison pueden llevar una vida normal. Pero el primer paso siempre es saber que existe, saber cómo se manifiesta y cuándo conviene consultar.

Una enfermedad rara, pero con nombre propio

La enfermedad de Addison recibe su nombre por Thomas Addison, el médico británico que la describió en el siglo XIX. Hoy sabemos que se trata de una insuficiencia suprarrenal primaria: es decir, las glándulas no producen suficiente cantidad de ciertas hormonas porque están dañadas.

No hay cifras exactas en España, pero se calcula que afecta a unas 1 de cada 10.000 personas. Es más frecuente en mujeres y suele diagnosticarse entre los 30 y 50 años, aunque puede aparecer a cualquier edad. En los niños, por ejemplo, tiene características y causas específicas.

Uno de los principales retos es que sus síntomas pueden confundirse fácilmente con otras enfermedades más comunes o con situaciones de la vida diaria como el estrés, el agotamiento o una mala alimentación.

¿Qué hacen exactamente las glándulas suprarrenales?

Las glándulas suprarrenales son dos pequeñas estructuras con forma de triángulo situadas justo encima de cada riñón. Aunque su tamaño es reducido, su función es vital: actúan como auténticas centrales hormonales que ayudan al cuerpo a adaptarse al estrés, regular el equilibrio de agua y sal, y mantener estables funciones básicas como la tensión arterial o los niveles de glucosa.

Entre las hormonas que producen destaca el cortisol, una sustancia clave para afrontar situaciones exigentes, ya sean físicas o emocionales. Además de su papel en la respuesta al estrés, el cortisol ayuda a controlar la inflamación, regula el metabolismo y participa en el mantenimiento de la presión arterial.

Otra hormona fundamental es la aldosterona, responsable de que el cuerpo no pierda demasiada sal y de mantener los niveles de potasio bajo control. Gracias a ella, se regula el volumen de líquido en el organismo, algo esencial para que la tensión arterial no se desplome.

En menor medida, las suprarrenales también producen andrógenos, hormonas sexuales que, aunque no tienen un papel protagonista en comparación con los ovarios o los testículos, sí participan en funciones como el crecimiento del vello corporal o la libido, especialmente en las mujeres.

El eje que lo conecta todo: cerebro y glándulas en equilibrio

Estas glándulas no trabajan solas ni a su antojo. Forman parte de un sistema complejo y coordinado que empieza en el cerebro. El hipotálamo, una pequeña región del encéfalo, detecta cuándo el cuerpo necesita más cortisol y se lo comunica a la hipófisis, otra glándula cerebral que actúa como directora de orquesta.

La hipófisis, a su vez, libera una señal llamada ACTH (hormona adrenocorticotropa), que viaja por la sangre hasta las suprarrenales y les ordena que produzcan cortisol. Es un sistema de equilibrio continuo: si hay mucho cortisol, la señal se frena; si hay poco, se intensifica.

Cuando ese engranaje falla en el último eslabón —es decir, en las suprarrenales—, el cuerpo se queda sin la respuesta adecuada. Es entonces cuando aparece la enfermedad de Addison. El problema no está en la señal que da la orden, sino en las glándulas que no pueden cumplirla.

¿Por qué aparece esta enfermedad?

La enfermedad de Addison no se hereda ni se contagia, pero sí tiene una base inmunológica importante. En la mayoría de los casos diagnosticados en países desarrollados, la causa es autoinmune. Es decir, el propio sistema de defensa del cuerpo —que debería protegernos frente a virus y bacterias— comete un error y ataca por equivocación a las glándulas suprarrenales. Poco a poco, ese ataque daña la zona de la corteza suprarrenal, que es la encargada de producir el cortisol y la aldosterona, dejando al cuerpo sin una fuente clave de equilibrio hormonal.

Pero no siempre es una cuestión de autoinmunidad. En otros casos, la enfermedad de Addison puede aparecer tras ciertas infecciones graves, como la tuberculosis, que antiguamente era una causa frecuente en Europa y que sigue siendo habitual en algunas regiones del mundo. También puede surgir tras hemorragias internas que afecten directamente a las suprarrenales, por infiltración de células tumorales, o por enfermedades poco frecuentes que afectan a varios órganos a la vez, como las adrenoleucodistrofias en niños. Incluso algunos tratamientos, como ciertos antifúngicos, anticoagulantes o fármacos inmunosupresores, pueden afectar la producción hormonal cuando se usan durante mucho tiempo.

En niños, además, existen formas genéticas más complejas, que pueden manifestarse desde el nacimiento o en los primeros años de vida, a menudo asociadas a otros trastornos endocrinos.

Addison no es la única causa de insuficiencia suprarrenal

Cuando hablamos de enfermedad de Addison, nos referimos a una insuficiencia suprarrenal primaria, es decir, el problema está directamente en las glándulas suprarrenales. Pero hay otro tipo de insuficiencia suprarrenal que puede generar síntomas similares y que a menudo se confunde: la secundaria.

En este caso, el fallo no está en las glándulas, sino en la señal que les da la orden para trabajar. Esa señal procede de la hipófisis, una pequeña glándula situada en el cerebro. Si la hipófisis deja de producir ACTH —por un tumor, una cirugía, radioterapia o una enfermedad inflamatoria—, las suprarrenales no reciben el estímulo necesario y dejan de producir cortisol, aunque estén sanas. La diferencia es sutil pero importante, sobre todo a la hora de decidir el tratamiento y el seguimiento.

Ambas formas —la primaria y la secundaria— comparten síntomas como el cansancio, la debilidad o los mareos, pero solo la enfermedad de Addison suele presentar alteraciones más marcadas en la piel, como la hiperpigmentación, y una pérdida de sodio significativa, debido a la falta también de aldosterona.

Cuando el cuerpo empieza a apagarse

Los síntomas de la enfermedad de Addison son progresivos y pueden tardar en aparecer. Al principio, el cuerpo simplemente se siente más cansado de lo habitual. Pero con el tiempo, los signos se hacen más claros.

Uno de los más característicos es el deseo excesivo de sal, acompañado de una fatiga intensa, mareos al ponerse de pie, pérdida de peso sin causa aparente y un oscurecimiento de la piel, sobre todo en zonas como codos, rodillas, nudillos o la línea de las encías.

También pueden aparecer problemas digestivos, como náuseas, vómitos o dolor abdominal, y alteraciones en el estado de ánimo, con irritabilidad, ansiedad o incluso síntomas depresivos.

Cuando no se diagnostica a tiempo, el riesgo más temido es la crisis suprarrenal, una urgencia médica que puede desencadenarse por una infección, una intervención quirúrgica, una caída o incluso un disgusto emocional fuerte. En estos casos, los síntomas se agravan de golpe: hipotensión severa, vómitos, deshidratación y pérdida de conciencia.

Cómo se diagnostica la enfermedad de Addison

La clave del diagnóstico está en sospecharlo. Si una persona presenta varios de los síntomas descritos y no hay una causa clara, el médico puede solicitar análisis hormonales específicos.

Las pruebas más habituales son el nivel de cortisol en sangre y la respuesta a la prueba de estimulación con ACTH, que mide cómo responden las glándulas al ser “empujadas” a trabajar. También se analizan los electrolitos, especialmente los niveles de sodio y potasio, que suelen estar alterados en esta enfermedad.

En algunos casos, se realizan pruebas de imagen para ver el estado de las glándulas suprarrenales o del cerebro si se sospecha una causa secundaria.

El tratamiento: reponer lo que falta

Vivir con enfermedad de Addison implica sustituir, de forma constante y bien pautada, lo que las glándulas suprarrenales ya no son capaces de producir. No se trata de curar la enfermedad, porque hoy por hoy no tiene cura, sino de proporcionar al cuerpo la cantidad justa de hormonas que necesita cada día para mantener el equilibrio.

La base del tratamiento es la hidrocortisona, un glucocorticoide que actúa como reemplazo del cortisol natural. Se administra por vía oral en dos o tres tomas diarias, intentando imitar el ritmo de producción del cuerpo, que no es uniforme a lo largo del día. Algunas personas utilizan alternativas como la prednisona o dexametasona, pero la hidrocortisona sigue siendo la opción más fisiológica.

Además, cuando también falta aldosterona, que es lo habitual en la enfermedad de Addison, se añade fludrocortisona, un mineralocorticoide que ayuda a retener sodio y mantener la presión arterial. Esta hormona no necesita fraccionarse y suele tomarse en una sola dosis diaria.

Con este tratamiento bien ajustado, la mayoría de las personas recuperan su energía, estabilizan su tensión arterial, mejoran el ánimo y pueden retomar su vida cotidiana. Pero no basta con tomar la medicación a diario. Es fundamental entender cómo y cuándo ajustarla.

¿Cómo afecta en etapas especiales como el embarazo?

La enfermedad de Addison no impide quedarse embarazada, pero sí convierte la gestación en una etapa que requiere vigilancia médica más estrecha. Cuando una mujer con Addison decide buscar un embarazo, lo ideal es que el tratamiento esté ya bien ajustado, y que el equipo médico —incluyendo al endocrino y al obstetra— coordine el seguimiento desde el principio.

Durante el embarazo, el cuerpo experimenta un aumento progresivo en la demanda de cortisol, especialmente en el segundo y tercer trimestre. Por eso, es habitual que sea necesario ajustar la dosis de hidrocortisona para adaptarse a esos cambios. No es una dosis fija durante los nueve meses: puede ir subiendo poco a poco, y cada mujer responde de forma diferente.

El fludrocortisona también puede necesitar modificaciones, sobre todo si se observan cambios en la tensión arterial, en el sodio o en el potasio. Lo importante es que estos ajustes se hagan de forma individualizada, evitando tanto el déficit como el exceso hormonal, que también puede dar problemas.

En muchos casos, los síntomas del embarazo —cansancio, náuseas, mareos— se parecen a los de la enfermedad de Addison, lo que puede dificultar el seguimiento. Por eso, es clave contar con un equipo con experiencia, que sepa distinguir entre lo esperable en una gestación y lo que podría indicar una descompensación.

El parto: un momento que requiere atención especial

El momento del parto es, desde el punto de vista hormonal, una situación de alto estrés físico. El cuerpo de cualquier mujer activa el eje del cortisol para soportar el esfuerzo, el dolor, la pérdida de sangre y todos los cambios que se producen en cuestión de horas. En el caso de una mujer con Addison, ese mecanismo no funciona solo, y necesita ayuda externa.

Por eso, en el parto —tanto si es vaginal como si es cesárea— se administra hidrocortisona intravenosa, en dosis más altas de lo habitual, para cubrir esas necesidades. Este refuerzo evita que la mujer entre en crisis suprarrenal durante o después del nacimiento.

Una vez pasado ese momento, la dosis se va reduciendo poco a poco hasta volver al esquema habitual. En el posparto, hay que seguir vigilando posibles infecciones, pérdidas excesivas de sangre o estrés emocional intenso, ya que todo eso puede requerir ajustes puntuales.

También se tiene en cuenta la lactancia materna, que en general es compatible con el tratamiento, aunque debe valorarse individualmente.

Con un buen control médico, la enfermedad de Addison no es una barrera para el embarazo. Pero sí exige planificación, comunicación constante entre especialidades y una actitud activa por parte de la paciente, que debe saber cómo actuar si surgen complicaciones o imprevistos.

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Estaremos encantados de atenderte y resolver todas tus dudas.

Preguntas frecuentes sobre la enfermedad de Addison

Aunque a lo largo del artículo hemos repasado los aspectos más importantes, hay dudas que se repiten con frecuencia en las consultas médicas y que muchas personas buscan resolver por su cuenta al recibir el diagnóstico. Aquí recopilamos algunas de las más habituales, con respuestas claras y prácticas para el día a día.

¿La enfermedad de Addison se cura?

No. Se trata de una enfermedad crónica, pero con el tratamiento adecuado se puede llevar una vida activa y plena. La clave está en el control, los ajustes necesarios y el conocimiento que la persona tiene sobre su propia condición.

¿Qué pasa si me olvido una dosis?

Si ha pasado poco tiempo, puedes tomarla en cuanto lo recuerdes. Pero si te encuentras mal, tienes síntomas como mareo, náuseas o fatiga intensa, es mejor consultar con tu médico o acudir a urgencias. Nunca conviene “esperar a ver qué pasa” en estos casos.

¿Puedo hacer ejercicio si tengo Addison?

Sí, y es incluso recomendable. Solo tendrás que aprender a conocer tus límites y ajustar la dosis de medicación si haces actividades muy exigentes, sobre todo en condiciones de calor o durante entrenamientos largos. Lo ideal es consultar con el endocrino si tienes dudas.

¿La enfermedad de Addison es hereditaria?

En la mayoría de los casos no. La forma más frecuente es autoinmune y aparece de forma esporádica. Sin embargo, en niños sí existen formas hereditarias, asociadas a enfermedades genéticas como la hiperplasia suprarrenal congénita o las adrenoleucodistrofias.

¿Puedo viajar al extranjero?

Sí, sin problema. Solo hay que planificar bien el viaje: llevar siempre la medicación, una dosis extra por si se retrasa el regreso, la tarjeta identificativa y, si es posible, una carta médica en el idioma del destino. También conviene informarse sobre hospitales cercanos y cómo acceder a urgencias en caso de necesidad.

¿Qué hago si tengo vómitos o una diarrea fuerte?

Es una situación delicada porque impide la absorción del tratamiento oral. Si no puedes retener la medicación, debes usar la inyección de emergencia (si la tienes) y acudir cuanto antes a urgencias para recibir los fármacos por vía intravenosa. Esperar puede desencadenar una crisis.

¿Puedo quedarme embarazada si tengo Addison?

Sí, pero con un seguimiento médico más estrecho. Durante el embarazo se ajusta el tratamiento según las necesidades hormonales del cuerpo. El parto y el posparto también requieren planificación específica.

¿Qué debo hacer si tengo fiebre, una infección o me van a operar?

Debes ajustar la dosis de corticoides según las pautas que te haya dado tu médico. En general, se recomienda aumentarla temporalmente para evitar una crisis. En caso de cirugía, se administra la dosis por vía intravenosa durante el procedimiento y las horas posteriores.

¿Cómo sé si estoy teniendo una crisis suprarrenal?

Los síntomas suelen ser intensos y repentinos: dolor abdominal, vómitos, fatiga extrema, confusión, hipotensión o pérdida de conciencia. Ante cualquier sospecha, lo más seguro es administrar la dosis de emergencia (si se tiene) y acudir de inmediato a urgencias.

¿Es lo mismo Addison que insuficiencia suprarrenal secundaria?

No, aunque comparten síntomas. En la enfermedad de Addison el problema está en las glándulas suprarrenales, mientras que en la secundaria la causa es un fallo en la hipófisis o el hipotálamo. El tratamiento puede variar, especialmente en lo relacionado con la aldosterona.

¿Qué alimentos debo evitar si tengo Addison?

No hay una dieta específica, pero conviene mantener una alimentación equilibrada, rica en sal si así lo recomienda el médico, y evitar el alcohol en exceso o los ayunos prolongados. También es importante mantenerse bien hidratado, especialmente en verano o durante el ejercicio.