La endocarditis es una infección que afecta al endocardio, el tejido fino que recubre las cavidades internas del corazón y las válvulas cardíacas. Aunque no se trata de una patología común, su gravedad reside en las complicaciones que puede desencadenar si no se detecta y trata a tiempo. En los casos más delicados, puede provocar daños irreversibles en las válvulas o incluso poner en riesgo la vida. Por eso es fundamental conocer qué es la endocarditis, qué la causa, cómo se manifiesta y cuáles son las opciones de tratamiento disponibles.
Este tipo de infección puede pasar desapercibida al principio, ya que sus síntomas iniciales se confunden con los de otras enfermedades más comunes, como una gripe o una infección generalizada. Sin embargo, la clave está en saber identificar los signos de alarma y acudir al especialista para una valoración rápida.
¿Qué es exactamente la endocarditis?
La endocarditis es una infección de origen bacteriano o, en menor medida, fúngico que se produce cuando microorganismos patógenos acceden al torrente sanguíneo y se adhieren a las válvulas cardíacas o al tejido endocárdico. Esta infección provoca una inflamación localizada que puede alterar el funcionamiento normal del corazón y, si no se controla, derivar en daños graves.
El tipo más habitual es la endocarditis infecciosa, que se clasifica según su curso en aguda o subaguda. En la forma aguda, los síntomas se desarrollan rápidamente y la infección puede ser muy agresiva. En cambio, la endocarditis subaguda avanza de forma más lenta y sus signos pueden tardar semanas o incluso meses en manifestarse.
Las personas con válvulas cardíacas artificiales, defectos cardíacos congénitos, antecedentes de endocarditis o sistemas inmunitarios debilitados presentan un mayor riesgo de padecer esta patología.
Principales causas de la endocarditis
La endocarditis suele estar provocada por una infección bacteriana que logra acceder al torrente sanguíneo y adherirse al revestimiento interno del corazón o a las válvulas cardíacas. No se trata de algo que ocurra de forma espontánea: para que esta infección prospere, normalmente debe haber un factor predisponente, como una válvula dañada, una prótesis valvular o una anomalía estructural en el corazón. Estos escenarios crean una superficie más “adhesiva” para las bacterias, favoreciendo su implantación y multiplicación.
Las bacterias más comúnmente implicadas en la endocarditis son los estreptococos y los estafilococos. En muchas ocasiones, estos microorganismos entran en el organismo a través de procedimientos tan cotidianos como una limpieza dental agresiva, una extracción de muelas o una herida cutánea mal desinfectada. También pueden colarse a través de catéteres, vías intravenosas, tatuajes o piercings, especialmente si no se siguen las medidas de higiene adecuadas.
Otro origen frecuente está en las infecciones no tratadas o mal resueltas. Una simple infección de orina, una neumonía o una herida infectada pueden convertirse en puerta de entrada si las bacterias logran llegar al sistema circulatorio. Por eso es tan importante tratar correctamente cualquier foco infeccioso, por pequeño que parezca.
Además, existen factores que aumentan el riesgo, como el consumo de drogas intravenosas, tener el sistema inmunitario debilitado, haber sido sometido a una cirugía cardíaca previa o contar con dispositivos implantables como marcapasos o desfibriladores. En estos casos, el riesgo de que una bacteria se adhiera al endocardio o a una válvula aumenta de forma considerable.
La combinación de una entrada bacteriana y una estructura cardíaca vulnerable es el caldo de cultivo perfecto para que se desarrolle esta enfermedad, que puede tener consecuencias graves si no se detecta y trata a tiempo.