Dolores de cabeza persistentes, convulsiones, desmayos o episodios de confusión que no tienen una causa clara. Ante este tipo de síntomas, el electroencefalograma suele ser una de las primeras pruebas que se solicitan para estudiar cómo está funcionando el cerebro. Este examen no invasivo permite registrar la actividad eléctrica cerebral en tiempo real, aportando información clave para el diagnóstico neurológico.
Aunque su nombre pueda sonar técnico o complejo, es una prueba habitual en las consultas de neurología. Se utiliza para estudiar casos de epilepsia, trastornos del sueño, encefalitis o incluso alteraciones relacionadas con la memoria y el comportamiento. A veces, su utilidad va más allá de lo que muestran una resonancia o un escáner.
El objetivo del electroencefalograma no es solo confirmar una enfermedad, sino observar patrones cerebrales que pueden orientar al especialista. Saber cuándo se recomienda, cómo se realiza y qué información ofrece ayuda a afrontar la prueba con tranquilidad y a entender mejor su papel en el cuidado de la salud cerebral.
¿Qué es exactamente un electroencefalograma?
El electroencefalograma es una prueba diagnóstica que registra la actividad eléctrica del cerebro a través de electrodos colocados en el cuero cabelludo. Estas pequeñas señales eléctricas se producen por la actividad de las neuronas y permiten detectar si existe un funcionamiento anómalo o irregular en determinadas zonas del cerebro.
Durante la prueba, el paciente permanece tumbado y relajado, mientras un ordenador recoge las señales transmitidas por los electrodos. El resultado se representa en forma de ondas cerebrales, que los profesionales especializados interpretan para detectar posibles alteraciones.
Se trata de una prueba segura, no invasiva y que no emite radiación. Por eso puede repetirse si es necesario, y se utiliza tanto en adultos como en niños.
¿Para qué sirve esta prueba?
El electroencefalograma es una herramienta fundamental para observar cómo funciona el cerebro en tiempo real. Su principal utilidad es detectar alteraciones en la actividad eléctrica cerebral, lo que permite identificar trastornos que podrían pasar desapercibidos en otras pruebas.
A través de este estudio es posible:
- Evaluar la presencia de crisis epilépticas, incluso cuando no hay convulsiones visibles.
- Comprobar el estado cerebral tras un traumatismo craneal o accidente cerebrovascular.
- Analizar cambios en la actividad cerebral en casos de pérdida de conciencia, desmayos o confusión sin causa clara.
- Valorar el funcionamiento del cerebro en enfermedades degenerativas o del sueño.
Además, el electroencefalograma puede ser útil como prueba complementaria en el seguimiento de tratamientos neurológicos o en el contexto de una cirugía cerebral. Su capacidad para detectar actividad anómala incluso en reposo lo convierte en un aliado clave para el diagnóstico precoz y la toma de decisiones clínicas.