Los párpados son una de las zonas más frágiles de la piel. Tan finos y expuestos, cualquier alteración se refleja enseguida: enrojecimiento, picor que no da descanso, descamación o esa hinchazón que vuelve pesada la mirada. La dermatitis palpebral es precisamente eso, una inflamación que puede aparecer de forma repentina y que convierte gestos cotidianos en algo incómodo.
El problema no se queda en lo estético. El ardor, la sequedad o la tirantez pueden dificultar abrir los ojos con normalidad y hacer que actividades simples, como desmaquillarse o ponerse unas lentillas, se conviertan en una molestia diaria. Y a diferencia de otras partes del cuerpo, en esta zona tan cercana al ojo no sirve cualquier crema: un producto inadecuado puede empeorar la situación.
Por eso es importante saber de qué se trata, entender por qué aparece y conocer las opciones de tratamiento seguras. Detectarla a tiempo permite aliviar los síntomas y evitar que los brotes se repitan con la misma intensidad.
¿Qué es la dermatitis palpebral y por qué aparece?
La dermatitis palpebral es una inflamación localizada en la piel de los párpados, tanto superiores como inferiores. Se manifiesta enrojeciéndose la piel, con picor, sequedad y descamación, y a menudo se acompaña de sensación de ardor o hinchazón. El motivo de que sea tan frecuente está en la fragilidad de esta zona: al ser una piel fina y sensible, cualquier agente externo puede desencadenar una reacción.
Las causas más habituales se suelen encajar en dos perfiles. En primer lugar, la dermatitis de contacto alérgica, que aparece cuando el sistema inmunitario reacciona frente a sustancias presentes en cosméticos, perfumes, lacas de uñas, colirios o incluso productos de limpieza. En segundo lugar, la dermatitis de contacto irritativa, donde no existe alergia, sino un daño directo en la piel por el contacto con jabones agresivos, sudor o el simple hábito de frotarse los ojos con frecuencia.
En otros pacientes, la dermatitis palpebral forma parte de una enfermedad de la piel más amplia, como la dermatitis atópica, que cursa con sequedad crónica e inflamación recurrente. También puede estar asociada a blefaritis —inflamación del borde del párpado— o a infecciones oculares. Además, factores ambientales como la contaminación, el polvo, el polen o los cambios bruscos de temperatura tienen un papel en el desencadenamiento de brotes o en el empeoramiento de los síntomas.