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Depresión posparto: cuando la maternidad no se vive con alegría

lunes, 12 de mayo de 2025

La llegada de un bebé suele ir acompañada de muchas emociones: ilusión, nervios, cansancio, euforia… pero también tristeza, miedo y dudas. Para muchas mujeres, este cóctel emocional se asienta con el tiempo. Sin embargo, hay ocasiones en las que ese malestar no remite, e incluso empeora. ¿Te sientes desbordada desde que diste a luz? ¿Has perdido el interés por las cosas que antes disfrutabas? ¿Notas que te cuesta vincularte con tu bebé o que te invade una tristeza que no sabes explicar? Puede que estés atravesando una depresión posparto.

La depresión posparto no es una rareza ni una debilidad. Es una realidad que afecta a miles de mujeres y que, sin el acompañamiento adecuado, puede convertirse en un obstáculo serio para la salud mental y emocional. El problema es que muchas veces se confunde con el cansancio lógico tras el parto o con el famoso “baby blues”, lo que retrasa su diagnóstico y tratamiento.

Ponerle palabras a lo que quizá estés sintiendo es un primer paso para dejar de vivirlo en silencio. En este reportaje abordamos qué es la depresión posparto, cuáles son sus síntomas, cómo se diferencia de los altibajos emocionales normales del puerperio, por qué ocurre y qué tratamientos existen. También te contamos cómo afecta a la relación con el bebé, a la pareja y al entorno, y qué puedes hacer si sospechas que la estás sufriendo o alguien cercano a ti la está viviendo en silencio.

¿Qué es la depresión posparto?

La depresión posparto es un trastorno del estado de ánimo que aparece tras el nacimiento de un hijo, normalmente durante los primeros meses del posparto, aunque puede desarrollarse hasta un año después del parto. No se trata de una tristeza puntual ni de una fase pasajera, sino de una alteración emocional sostenida que afecta al bienestar físico, mental y relacional de la madre.

Puede presentarse con diferentes niveles de intensidad y duración. Algunas mujeres experimentan síntomas leves que desaparecen sin intervención, mientras que otras requieren ayuda médica y psicológica para su recuperación. Lo más importante es entender que no se trata de “falta de ganas” o de no estar feliz con la maternidad, sino de una condición clínica real que necesita ser atendida.

Diferencias entre tristeza posparto y depresión posparto

Es normal sentirse sensible o emocionalmente vulnerable tras el parto. Entre el 70 % y el 80 % de las mujeres experimentan lo que se conoce como “tristeza posparto” o baby blues. Suele aparecer entre el segundo y quinto día después del nacimiento y se caracteriza por llanto fácil, irritabilidad, ansiedad, insomnio leve o sensación de estar sobrepasada.

La diferencia clave es que el baby blues es transitorio: desaparece en una o dos semanas sin necesidad de tratamiento. En cambio, la depresión posparto dura más, puede aparecer de forma más intensa y afectar de forma significativa a la vida diaria. Si los síntomas se mantienen más allá de las dos semanas, o empeoran, conviene consultar con un profesional.

Síntomas de la depresión posparto

Los síntomas de la depresión posparto pueden variar en intensidad y forma, pero todos comparten un mismo denominador común: afectan al bienestar de la mujer y dificultan su día a día. No se trata solo de estar "triste"; muchas veces aparecen sensaciones contradictorias, pensamientos confusos o un estado de agotamiento emocional que no mejora con el tiempo.

Entre los más frecuentes, destacan:

  • Una tristeza persistente que no se va aunque todo “vaya bien” a su alrededor.
  • Falta de interés por las cosas que antes le resultaban agradables, incluida la compañía del bebé.
  • Sensación constante de cansancio, incluso después de dormir.
  • Dificultad para concentrarse, tomar decisiones o recordar cosas sencillas.

Muchas mujeres también relatan una desconexión emocional con su bebé, como si no sintieran lo que esperaban sentir. Este distanciamiento puede ir acompañado de sentimientos de culpa muy intensos, que solo agravan el malestar.

Otros signos que también pueden aparecer son:

  • Cambios de apetito, con pérdida o aumento repentino del mismo.
  • Insomnio, o por el contrario, deseo de dormir todo el tiempo.
  • Irritabilidad, ansiedad o sensación de estar constantemente al límite.
  • Pensamientos recurrentes de inutilidad o, en los casos más graves, ideas de hacerse daño o de no poder con la situación.

Es importante recalcar que no hace falta tener todos los síntomas para estar atravesando una depresión posparto. A veces, un solo síntoma mantenido en el tiempo y con suficiente intensidad puede ser motivo más que suficiente para buscar ayuda profesional.

¿Por qué ocurre la depresión posparto?

La depresión posparto no tiene una única causa. Es el resultado de una combinación de factores biológicos, emocionales, psicológicos y sociales que confluyen en una etapa especialmente delicada como es el posparto. No todas las mujeres que dan a luz atraviesan este trastorno, pero quienes lo viven no lo hacen por debilidad ni por falta de capacidad, sino porque su cuerpo y su entorno están reaccionando a múltiples cambios a la vez.

Cambios hormonales y neuroquímicos

Uno de los desencadenantes más reconocidos es el brusco descenso hormonal que ocurre después del parto. Durante el embarazo, los niveles de estrógenos y progesterona aumentan considerablemente, y tras el nacimiento del bebé caen en picado. Este cambio afecta directamente al sistema nervioso central y altera el equilibrio de neurotransmisores como la serotonina o la dopamina, íntimamente ligados al estado de ánimo y al bienestar emocional.

Cansancio físico y falta de descanso

A este desajuste hormonal se suma el agotamiento físico: el parto, las noches sin dormir, las molestias del posparto, la adaptación al ritmo del recién nacido… Todo esto desgasta y puede dejar a la madre sin recursos para afrontar el día a día. El sueño fragmentado y la falta de tiempo para una misma influyen directamente en la capacidad para regular las emociones.

Presión social e idealización de la maternidad

No menos importante es el componente social y emocional. Vivimos rodeadas de discursos que idealizan la maternidad como un momento mágico, pleno y lleno de felicidad. Cuando la experiencia real no encaja con esa imagen, aparece la frustración, la culpa y la sensación de estar fallando. Muchas mujeres se sienten juzgadas por no disfrutar, lo que las lleva a silenciar lo que sienten.

Vulnerabilidad psicológica y entorno

El contexto personal también juega un papel clave. Las mujeres con antecedentes de depresión o ansiedad, experiencias de trauma previas, dificultades económicas, falta de red de apoyo o relaciones conflictivas tienen más probabilidades de desarrollar una depresión posparto. Tampoco ayuda una atención sanitaria poco empática o la falta de seguimiento emocional tras el parto.

En definitiva, la depresión posparto no responde a una única causa concreta. Es una suma de circunstancias que, cuando coinciden, pueden hacer que una mujer en pleno proceso de adaptación a la maternidad sienta que se le cae el mundo encima.

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Factores de riesgo: ¿quién tiene más probabilidades de padecerla?

Aunque cualquier mujer puede desarrollar una depresión posparto, existen ciertos factores que aumentan significativamente la probabilidad de padecerla. Tenerlos en cuenta no implica asumir que el trastorno se desarrollará sí o sí, pero sí permite una detección más temprana y una intervención más ajustada si aparecen los primeros síntomas.

Algunos de los factores de riesgo más reconocidos son:

  • Antecedentes de depresión o ansiedad, tanto antes como durante el embarazo. Las mujeres que ya han pasado por un trastorno del estado de ánimo tienen más vulnerabilidad emocional en el posparto.
  • Parto traumático o embarazo complicado, donde la vivencia física o emocional del nacimiento ha sido especialmente difícil.
  • Falta de apoyo emocional o social, ya sea por la ausencia de pareja, familia, red de amistades o incluso un entorno poco comprensivo.
  • Problemas económicos o laborales, que generan estrés adicional durante el posparto y dificultan el descanso y la recuperación.
  • Bebés prematuros o con problemas de salud, que suponen una preocupación constante y requieren una atención más intensa.
  • Embarazo no planificado o no deseado, donde puede haber una vivencia ambivalente hacia la maternidad.
  • Presión social y autoexigencia, especialmente en mujeres perfeccionistas, que sienten que deben estar siempre a la altura.

Además de estos factores, influyen otras cuestiones más sutiles, como una historia previa de trauma, violencia o pérdida, que pueden reactivarse emocionalmente en el proceso de convertirse en madre. También aquellas mujeres que no han tenido un acompañamiento respetuoso durante su embarazo o parto pueden sentirse más vulnerables.

Identificar estos riesgos desde el embarazo permite poner en marcha medidas de prevención: más seguimiento emocional, derivación a profesionales de salud mental si es necesario y, sobre todo, espacios seguros donde la madre pueda expresar cómo se siente sin miedo al juicio.

¿Cómo se diagnostica?

El diagnóstico debe realizarlo un profesional sanitario, generalmente un médico de atención primaria, psiquiatra o psicólogo clínico. A menudo se utilizan escalas de valoración como el test de Edimburgo, un cuestionario breve y validado que ayuda a detectar posibles casos de depresión posparto.

Pero más allá de los test, lo más importante es que la mujer pueda expresar lo que siente en un entorno seguro, sin ser juzgada. La escucha activa y el seguimiento cercano son fundamentales para un diagnóstico certero y un tratamiento eficaz.

Tratamiento y acompañamiento: qué opciones existen

La buena noticia es que la depresión posparto tiene tratamiento. Y cuanto antes se interviene, mejor es el pronóstico. Las opciones varían según la gravedad de los síntomas y las circunstancias personales de cada mujer.

Algunas herramientas habituales incluyen:

  • Psicoterapia, especialmente la terapia cognitivo-conductual, que ayuda a identificar y modificar pensamientos negativos y patrones de comportamiento que alimentan el malestar.
  • Tratamiento farmacológico, como los antidepresivos, que en muchos casos pueden tomarse incluso durante la lactancia, siempre bajo supervisión médica.
  • Grupos de apoyo o acompañamiento emocional, donde compartir experiencias con otras madres puede aliviar la sensación de soledad y reducir la culpa.
  • Intervenciones en pareja o familiares, para mejorar la comunicación, distribuir mejor las responsabilidades y reforzar el apoyo emocional.

No hay una única fórmula válida para todas. Por eso, lo más importante es acceder a una atención individualizada que tenga en cuenta el contexto de cada mujer y su historia.

Cómo afecta a la relación con el bebé y la pareja

La depresión posparto puede interferir en la capacidad para cuidar al bebé y establecer un vínculo afectivo seguro. Muchas mujeres relatan sentirse desconectadas, no disfrutar del contacto físico o tener pensamientos negativos hacia su hijo, lo que aumenta la culpa y el aislamiento.

También puede afectar a la pareja. La comunicación se deteriora, aumentan los malentendidos y la carga emocional recae sobre uno de los dos, generando tensiones. Por eso es fundamental que el entorno entienda que la depresión posparto no es un rechazo al bebé ni a la familia, sino una señal de que la madre necesita cuidados.

¿Se puede prevenir?

Aunque no siempre es posible evitar una depresión posparto, sí existen medidas que pueden reducir el riesgo o facilitar una detección temprana. La prevención comienza incluso antes del parto, con una mirada integral que contemple la salud emocional de la madre y no solo los aspectos físicos del embarazo.

Algunas claves preventivas incluyen:

  • Atención psicológica durante el embarazo, especialmente en mujeres con antecedentes de trastornos del estado de ánimo.
  • Una preparación al parto realista, que no idealice la maternidad y contemple posibles dificultades emocionales en el posparto.
  • Acompañamiento profesional empático, donde la madre se sienta escuchada, sin presiones ni juicios.
  • Apoyo del entorno cercano, no solo en lo práctico, sino también en lo emocional. Saber que alguien está disponible marca una gran diferencia.
  • Espacios para expresar emociones, ya sea en terapia, grupos de apoyo o en conversaciones sinceras con personas de confianza.

Más allá de estas acciones, prevenir también implica un cambio cultural: necesitamos dejar de romantizar la maternidad como una etapa exclusivamente feliz y perfecta. Dar voz a las experiencias reales, hablar de lo que cuesta, de lo que duele y de lo que agobia, permite que más mujeres se reconozcan y pidan ayuda a tiempo.

Claves para pedir ayuda sin culpa

Pedir ayuda no es un signo de debilidad, sino un acto de valentía y responsabilidad. Reconocer que algo no va bien es el primer paso para empezar a cuidarse. La culpa no tiene cabida cuando hablamos de salud mental.

Si sientes que la tristeza te desborda, que no puedes disfrutar de tu bebé o que has perdido las ganas de seguir adelante, busca apoyo. Habla con tu matrona, tu médico de familia, tu pareja o alguien de confianza. Hay recursos, hay profesionales y hay salida.

Vivir una maternidad real, con luz y con sombra

La maternidad no siempre se vive como la imaginamos. No siempre hay magia, apego inmediato ni felicidad a raudales. Y eso no te hace peor madre. Te hace humana. La depresión posparto no borra tu capacidad de cuidar ni de amar, pero sí necesita atención, comprensión y tratamiento.

Vivir una maternidad real es aceptar que no todo es luz, que también hay sombra. Y que solo cuando se habla de ella, se puede empezar a disipar. Si estás pasando por esto, no estás sola. Y si estás cerca de alguien que lo vive, acompaña sin juicio. Escuchar, validar y estar puede ser el primer gesto que lo cambie todo.