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Artritis reumatoide: cuando el dolor articular va más allá

miércoles, 17 de septiembre de 2025

El dolor en las articulaciones puede tener muchas causas, desde un esfuerzo puntual hasta el paso de los años. Pero cuando aparece rigidez al despertar que dura más de lo esperado, cuando las manos o los pies se inflaman con frecuencia, o cuando el cansancio es tan intenso que condiciona la vida diaria, puede que detrás esté algo más complejo: la artritis reumatoide.

Se trata de una enfermedad autoinmune que no entiende de edades y que puede afectar a cualquier persona, aunque es más frecuente en mujeres. No se limita a las articulaciones, también puede influir en otros órganos y en el bienestar general. Lo más importante es reconocerla a tiempo, porque con un diagnóstico precoz y un tratamiento adecuado se puede frenar su avance y evitar complicaciones.

Hoy sabemos mucho más sobre cómo se desarrolla y contamos con tratamientos que cambian por completo la evolución de la enfermedad. La clave está en prestar atención a las señales del cuerpo y no restar importancia a esos síntomas que, aunque parezcan pequeños, esconden un problema que necesita tratarse cuanto antes.

Cómo empieza la artritis reumatoide

La artritis reumatoide rara vez irrumpe de golpe. Lo habitual es que se vaya instalando poco a poco, disfrazada de molestias que muchas veces se confunden con el cansancio, la edad o incluso con un esfuerzo mal hecho. Este inicio lento y difuso es una de las razones por las que muchas personas tardan en consultar al médico, lo que retrasa el diagnóstico.

Uno de los primeros signos que suelen aparecer es la rigidez matutina. No se trata de esa sensación pasajera que se alivia en cuanto uno estira los brazos o mueve las piernas, sino de una rigidez que puede durar horas y que dificulta gestos tan básicos como abrir una botella de agua o abrocharse una camisa. También es característico que las molestias sean simétricas: si se inflama una rodilla, la otra puede seguir el mismo camino; si duele una muñeca, la contraria también acaba afectada.

A todo esto se suma un cansancio que no guarda relación con la actividad realizada. Es un agotamiento persistente, acompañado en ocasiones de febrícula o pérdida de apetito, que empieza a condicionar la vida diaria. Si no se trata, la inflamación mantenida daña las estructuras internas de la articulación y, con el tiempo, puede dar lugar a deformidades que limitan la movilidad.

Primeros síntomas que suelen pasar desapercibidos

En las primeras fases de la artritis reumatoide los signos son tan sutiles que a menudo se confunden con molestias del día a día. Sin embargo, prestar atención a estos pequeños cambios puede marcar la diferencia entre un diagnóstico precoz y uno tardío.

Uno de ellos es la hinchazón en los dedos de manos o pies. Al principio no duele demasiado, pero se nota porque los anillos ya no entran como antes o porque los zapatos resultan incómodos sin haber cambiado de talla. Es un detalle que muchas personas atribuyen al calor o a la retención de líquidos, cuando en realidad puede ser el inicio de la inflamación articular.

El dolor nocturno también es un signo característico. No se trata solo de dar vueltas en la cama: es una molestia que despierta a media noche y que impide descansar bien, generando cansancio acumulado durante el día. Esa falta de sueño de calidad es uno de los factores que más afecta al bienestar general desde el comienzo de la enfermedad.

Otro aviso frecuente es la sensación de calor en las articulaciones sin causa aparente. No hay golpes ni esguinces recientes, pero al tocar la zona se percibe más caliente que el resto del cuerpo. Ese calor es reflejo de la inflamación interna que, si no se controla, puede avanzar y dañar poco a poco la articulación.

Por qué aparece

La artritis reumatoide no tiene una causa única ni sencilla. Es el resultado de una suma de factores que, en determinadas personas, desencadenan una reacción del sistema inmunitario contra el propio organismo. No todas las personas con riesgo terminan desarrollándola, pero sí sabemos que existen elementos que aumentan claramente las probabilidades.

La genética es uno de ellos. Tener familiares con enfermedades autoinmunes, ya sea artritis reumatoide u otras, incrementa la posibilidad de padecerla. Sin embargo, la herencia por sí sola no lo explica todo: hay personas con predisposición genética que nunca desarrollan la enfermedad, y otras sin antecedentes que sí la sufren. Esto indica que el ambiente y el estilo de vida también tienen un peso fundamental.

Entre los factores externos, el tabaquismo destaca como uno de los más influyentes. Fumar no solo aumenta el riesgo de aparición, sino que también empeora la evolución y la respuesta al tratamiento. También se estudian ciertas infecciones y la exposición prolongada a agentes ambientales como desencadenantes en personas predispuestas.

Otro aspecto que no puede pasarse por alto son las hormonas. La artritis reumatoide es más frecuente en mujeres, y aunque aún no se conoce del todo por qué, se sospecha que los estrógenos y otros cambios hormonales influyen en la activación del sistema inmune.

La edad también marca diferencias. Aunque puede debutar en cualquier momento, lo habitual es que lo haga entre los 30 y los 60 años, en plena etapa de actividad laboral y personal. Esto no solo complica el diagnóstico temprano —porque se atribuye el dolor a otros factores—, sino que también hace más difícil convivir con los síntomas cuando las exigencias del día a día son altas.

Cómo se diagnostica

Detectar la artritis reumatoide a tiempo es esencial. El reumatólogo suele comenzar con una exploración física detallada, observando articulaciones inflamadas, dolorosas o con limitación de movimiento. Después se realizan análisis de sangre que buscan marcadores como el factor reumatoide o los anticuerpos anti-CCP, junto a pruebas de inflamación general como la proteína C reactiva.

Las pruebas de imagen, como la ecografía o la resonancia magnética, permiten ver inflamación activa y daños en fases tempranas, antes incluso de que se reflejen en una radiografía. Todo esto ayuda a confirmar el diagnóstico y a decidir el mejor tratamiento.

Cómo se trata hoy en día

No existe una cura definitiva para la artritis reumatoide, pero los avances en los últimos años han cambiado por completo el pronóstico. Hace solo unas décadas, muchas personas terminaban con deformidades y limitaciones severas; hoy, con un tratamiento adecuado y temprano, se puede lograr que la enfermedad entre en remisión y que la persona lleve una vida prácticamente normal.

Los tratamientos actuales no solo buscan aliviar el dolor, sino también frenar el avance de la inflamación y proteger las articulaciones del daño irreversible. La clave es iniciar la terapia cuanto antes y mantener un seguimiento estrecho con el reumatólogo.

Medicación y más allá

El metotrexato sigue siendo el fármaco de referencia y, en muchos casos, es la primera elección. Su acción es lenta, pero sostenida, y permite controlar la enfermedad en un alto porcentaje de pacientes. Cuando no es suficiente, se añaden otros fármacos o se pasa a los biológicos y a las terapias dirigidas, que bloquean moléculas específicas del sistema inmune responsables de la inflamación. Estos tratamientos han supuesto un gran avance, pero también requieren un control médico riguroso porque pueden aumentar el riesgo de infecciones u otros efectos secundarios.

Más allá de la medicación, la fisioterapia y la terapia ocupacional son fundamentales. Ayudan a conservar la movilidad, mejorar la fuerza muscular y aprender a proteger las articulaciones en las actividades diarias. El ejercicio adaptado, practicado con regularidad, previene la rigidez y mejora la resistencia física.

El estilo de vida también juega un papel decisivo: cuidar el descanso, mantener un peso adecuado, dejar de fumar y seguir una alimentación con enfoque antiinflamatorio pueden marcar la diferencia en el control de la enfermedad. No se trata de sustituir el tratamiento médico, sino de complementarlo con hábitos que refuercen el bienestar general.

Artritis reumatoide y embarazo

Muchas mujeres con artritis reumatoide se preguntan si podrán quedarse embarazadas o cómo afectará la enfermedad durante la gestación. La realidad es que el embarazo es posible, pero requiere planificación. En algunos casos, los síntomas mejoran durante la gestación gracias a los cambios hormonales, aunque pueden reaparecer tras el parto.

Lo fundamental es hablar con el reumatólogo antes de buscar un embarazo. Algunos fármacos, como el metotrexato, deben suspenderse porque son incompatibles con la gestación, y el médico ajustará el tratamiento para garantizar la seguridad tanto de la madre como del bebé.

Otras enfermedades relacionadas

La artritis reumatoide no suele caminar sola. Al ser una enfermedad autoinmune, es común que se acompañe de otros trastornos que también surgen por un desajuste del sistema inmunitario. Uno de los más frecuentes es el síndrome de Sjögren, que se manifiesta con una molesta sequedad en ojos y boca. Muchas personas lo notan porque necesitan lágrimas artificiales con frecuencia o porque tienen dificultad para tragar alimentos secos.

También puede aparecer en combinación con el lupus eritematoso sistémico, otra enfermedad autoinmune que comparte algunos mecanismos con la artritis reumatoide. Aunque no es lo más habitual, su coexistencia complica el diagnóstico y el manejo, ya que los síntomas se entrelazan y requieren tratamientos más personalizados.

A nivel orgánico, la artritis reumatoide puede tener consecuencias que van más allá de las articulaciones. La inflamación crónica aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares, como la hipertensión o la arteriosclerosis, y también puede afectar a los pulmones, provocando inflamación de las pleuras o incluso fibrosis pulmonar en algunos casos. La piel, los ojos y hasta el sistema nervioso pueden verse involucrados en determinados pacientes.

➡️ ¿Y si tengo más dudas sobre la artritis reumatoide?

 

Pues es muy sencillo, puedes mandarnos un correo electrónico a info@hospitallaantigua.com o bien puedes llamarnos por teléfono al teléfono 949 223 600.
Estaremos encantados de atenderte y resolver todas tus dudas.

Vivir con artritis reumatoide

Convivir con una enfermedad crónica nunca es sencillo. La artritis reumatoide, además de los síntomas físicos, afecta al estado de ánimo, a la forma de organizar la rutina y a las relaciones personales. Aprender a manejarla no significa resignarse, sino encontrar un equilibrio que permita seguir adelante con el menor impacto posible en la vida diaria.

Muchas personas descubren que el día a día mejora cuando se escuchan las necesidades del propio cuerpo: respetar los tiempos de descanso, planificar las actividades más exigentes en los momentos de mayor energía y no sentirse culpables por tener que parar. Este tipo de estrategias prácticas ayudan a recuperar la sensación de control.

El papel del apoyo emocional

Más allá de los tratamientos médicos, el apoyo emocional es una pieza clave. El cansancio, el dolor y la incertidumbre sobre la evolución de la enfermedad pueden generar ansiedad o tristeza. Hablar de ello con familiares, amigos o incluso con un profesional de la salud mental permite aliviar esa carga y aprender herramientas para afrontarla mejor.

Las asociaciones de pacientes también cumplen un papel muy valioso: compartir experiencias con otras personas que pasan por lo mismo ayuda a normalizar los síntomas, encontrar consejos útiles y sentirse acompañado. Saber que no se está solo en este camino marca una diferencia enorme en la manera de vivir la artritis reumatoide.