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Angina de pecho: síntoma de una enfermedad coronaria

miércoles, 22 de enero de 2025

La angina de pecho es una de esas afecciones que muchos han oído nombrar, pero pocos comprenden en profundidad. Este problema de salud, que afecta directamente al corazón, es más común de lo que imaginamos y puede aparecer de forma repentina, alterando la rutina y el bienestar de quien la padece. Pero, ¿qué ocurre exactamente cuando alguien experimenta una angina? En esencia, estamos hablando de una señal de advertencia que el cuerpo nos envía, indicando que el flujo de sangre al corazón no es suficiente, lo que provoca dolor, presión o una sensación de opresión en el pecho.

Conoce sus principales síntomas hasta las causas que la originan, pasando por los tipos de angina, los tratamientos disponibles y cómo puedes prevenirla. También trataremos las diferencias entre una angina de pecho estable y una inestable, cuestiones clave para entender su gravedad y actuar a tiempo.

La importancia de estar informado sobre la angina de pecho no solo radica en reconocer los síntomas, sino también en saber cómo responder ante una situación de emergencia y en qué momento buscar ayuda médica. 

¿Qué es la angina de pecho?

La angina de pecho es una manifestación clínica de la enfermedad coronaria que se caracteriza por un dolor o molestia en el pecho debido a una reducción temporal en el flujo sanguíneo hacia el corazón. Este síntoma suele aparecer cuando el corazón necesita más oxígeno del que recibe, como durante el esfuerzo físico o situaciones de estrés emocional. Aunque no siempre resulta en un daño permanente al músculo cardíaco, la angina de pecho es un claro indicio de problemas en las arterias coronarias y debe tomarse en serio.

Existen dos tipos principales de angina de pecho: la estable y la inestable. La angina estable sigue un patrón predecible, generalmente desencadenado por actividades específicas como el ejercicio. En cambio, la angina inestable es impredecible, puede ocurrir en reposo y supone un riesgo mucho mayor de infarto de miocardio. Comprender estas diferencias es esencial para identificar y tratar adecuadamente la afección.

Causas de la angina de pecho

La causa principal de la angina de pecho es la aterosclerosis, una patología en la que se acumulan depósitos de grasa, colesterol y otras sustancias en las paredes de las arterias coronarias. Esta acumulación, conocida como placa, estrecha las arterias y dificulta el flujo sanguíneo. Cuando el corazón no recibe suficiente oxígeno, se producen los síntomas de la angina.

Otras causas pueden incluir espasmos en las arterias coronarias, conocidos como angina variante o de Prinzmetal. Estos espasmos pueden ocurrir incluso en arterias aparentemente saludables y están relacionados con factores como el tabaquismo, el estrés o el consumo de ciertas drogas.

Además, existen factores de riesgo que aumentan la probabilidad de desarrollar angina de pecho. Entre ellos destacan:

  • Hipertensión arterial.
  • Diabetes.
  • Colesterol alto.
  • Tabaquismo.
  • Obesidad.
  • Antecedentes familiares de enfermedades cardíacas.

Adoptar un estilo de vida saludable puede ser clave para reducir estos riesgos y prevenir la aparición de la angina.

Síntomas y señales de alarma

El síntoma principal de la angina de pecho es una sensación de dolor o presión en el pecho. Este dolor puede extenderse a otras áreas, como los brazos, el cuello, la mandíbula, el hombro o la espalda. Algunas personas describen la sensación como un peso aplastante o una quemazón.

Otros síntomas que pueden acompañar a la angina incluyen:

  • Dificultad para respirar.
  • Náuseas o vómitos.
  • Sudoración excesiva.
  • Mareo o aturdimiento.
  • Fatiga inusual.

Es fundamental diferenciar entre la angina estable y la inestable. Si experimentas dolor en el pecho en reposo, o si los episodios de dolor son más frecuentes, intensos o prolongados de lo habitual, debes buscar atención médica de inmediato. Estos síntomas podrían indicar un infarto de miocardio en curso.

Diagnóstico de la angina de pecho

El diagnóstico de la angina de pecho comienza con una historia clínica detallada y un examen físico. El médico evaluará los síntomas, los factores de riesgo y los antecedentes familiares para determinar la probabilidad de enfermedad coronaria.

Entre las pruebas más comunes para diagnosticar la angina de pecho se encuentran:

  • Electrocardiograma (ECG): registra la actividad eléctrica del corazón y puede detectar anomalías relacionadas con el flujo sanguíneo reducido.
  • Pruebas de esfuerzo: evalúan cómo responde el corazón durante la actividad física, generalmente en una cinta de correr o una bicicleta estática.
  • Ecocardiograma: utiliza ultrasonido para obtener imágenes del corazón y evaluar su función.
  • Angiografía coronaria: es una prueba invasiva que utiliza un tinte especial y rayos X para visualizar las arterias coronarias.
  • Análisis de sangre: pueden ayudar a detectar marcadores de daño cardíaco o niveles anormales de colesterol y glucosa.

Estas pruebas permiten a los médicos determinar la gravedad de la condición y planificar un tratamiento adecuado.

¿Qué tratamientos existen?

El tratamiento de la angina de pecho tiene como objetivo aliviar los síntomas, prevenir futuros episodios y reducir el riesgo de complicaciones graves como el infarto de miocardio. Las opciones de tratamiento incluyen cambios en el estilo de vida, medicamentos y procedimientos médicos.

Cambios en el estilo de vida

Adoptar hábitos saludables es fundamental para controlar la angina de pecho. Algunas recomendaciones incluyen:

  • Seguir una dieta equilibrada baja en grasas saturadas, colesterol y sodio.
  • Realizar actividad física moderada de manera regular.
  • Abandonar el hábito de fumar.
  • Reducir el consumo de alcohol.
  • Controlar el estrés mediante técnicas de relajación o terapia.

Medicamentos

Existen diversos medicamentos que pueden ayudar a controlar la angina de pecho:

  • Nitratos: como la nitroglicerina, que alivian el dolor al relajar y dilatar las arterias.
  • Betabloqueantes: reducen la frecuencia cardíaca y la demanda de oxígeno del corazón.
  • Calcioantagonistas: relajan los vasos sanguíneos y mejoran el flujo sanguíneo.
  • Estatinas: reducen los niveles de colesterol y previenen la formación de nuevas placas.
  • Antiagregantes plaquetarios: como la aspirina, que disminuyen el riesgo de formación de coágulos.

Procedimientos médicos

En casos más graves, pueden ser necesarios procedimientos como:

  • Angioplastia con colocación de stent: un tubo pequeño que se inserta en la arteria para mantenerla abierta.
  • Cirugía de bypass coronario: crea un desvío alrededor de las arterias bloqueadas utilizando vasos sanguíneos de otras partes del cuerpo.

Así puedes prevenir la angina de pecho

Prevenir la angina de pecho implica un compromiso con hábitos saludables y una atención constante a los factores de riesgo que pueden desencadenar esta afección. Aunque no siempre es posible evitarla, especialmente si existen antecedentes familiares, adoptar un estilo de vida saludable puede marcar una diferencia significativa en reducir su aparición o gravedad. 

Mantener una alimentación equilibrada

La dieta es uno de los pilares fundamentales en la prevención de enfermedades cardiovasculares, incluida la angina de pecho. Se recomienda optar por una alimentación rica en frutas, verduras, cereales integrales, proteínas magras y grasas saludables, como las que se encuentran en el aceite de oliva, los frutos secos y el pescado azul. Al mismo tiempo, es esencial limitar el consumo de alimentos procesados, ricos en grasas saturadas, azúcares y sodio, ya que estos pueden contribuir a la acumulación de placas en las arterias y aumentar el riesgo de enfermedad coronaria.

Realizar ejercicio físico regularmente

La actividad física moderada es clave para fortalecer el corazón y mejorar la circulación sanguínea. Se recomienda realizar al menos 150 minutos de ejercicio aeróbico a la semana, como caminar, nadar o montar en bicicleta. Si bien el ejercicio es beneficioso, es importante ajustarlo a las capacidades individuales y evitar actividades que puedan causar un esfuerzo excesivo, especialmente en personas con antecedentes de problemas cardíacos.

Controlar los factores de riesgo

La hipertensión arterial, el colesterol alto, la diabetes y la obesidad son factores de riesgo importantes para la angina de pecho. Mantener estos valores bajo control mediante revisiones médicas regulares y un manejo adecuado es crucial para prevenir complicaciones. Por ejemplo, reducir el colesterol LDL (el “colesterol malo”) puede minimizar la formación de placas en las arterias y mejorar el flujo sanguíneo al corazón.

Dejar de fumar y moderar el consumo de alcohol

El tabaquismo es uno de los principales factores de riesgo para la angina de pecho y otras enfermedades cardiovasculares. Fumar contribuye al daño de las paredes arteriales, lo que facilita la formación de placas y restringe el flujo de sangre. Abandonar este hábito mejora la salud cardiovascular en poco tiempo. Asimismo, es importante moderar el consumo de alcohol, limitándolo a una cantidad que no sobrecargue al organismo ni eleve la presión arterial.

Controlar el estrés

El estrés crónico puede desencadenar o empeorar los síntomas de angina de pecho al aumentar la presión arterial y la frecuencia cardíaca. Practicar técnicas de relajación, como la meditación, el yoga o la respiración profunda, puede ayudar a reducir el impacto del estrés en el corazón. También es importante establecer límites en el trabajo y en las responsabilidades diarias para garantizar un equilibrio saludable entre el descanso y las actividades.

Mantener un seguimiento médico

Las revisiones médicas periódicas son esenciales para detectar de manera temprana cualquier señal de alarma o factor de riesgo relacionado con la angina de pecho. Un profesional de la salud puede realizar pruebas diagnósticas, como análisis de sangre o electrocardiogramas, y ofrecer recomendaciones personalizadas para mantener el corazón en óptimas condiciones.

En definitiva, la prevención de la angina de pecho está al alcance de todos y comienza con decisiones diarias que prioricen la salud cardiovascular. Adoptar un enfoque proactivo no solo reduce el riesgo de esta afección, sino que también mejora la calidad de vida en general. Cada pequeño esfuerzo cuenta para proteger el corazón y disfrutar de una vida más plena y saludable.